Sin qué comer, un confinamiento obligatorio y un panorama cada vez más desesperanzador, es la historia de Julieth Ospina con sus 2 hijos en una tierra extranjera. Solo piden volver.
El contexto epidemiológico del Ecuador mantiene atrapado a muchas familias extranjeras, que llegaron a este país buscando opciones de empleo y de estudio. La pandemia tiene retenida a una familia samaria, que por la misma crisis interna quedó fragmentada, el padre retenido en un lugar lejano al del el resto de los suyos, atrapado y sin poder hacer nada desde la distancia.
Julieth Ospina no solo está enfrentando los efectos del virus sino también el engaño de unas personas que la invitaron al vecino país con el fin de darle trabajo, pero eso no fue más que una quimera porque los mismos que le ofrecieron el paraíso, hoy están pagando una condena por diversos delitos.
Ospina con 2 hijos, de 17 y 2 años, enfrenta el hambre y la soledad de esta cuarentena en un país donde no hay lugar donde enterrar a los muertos, ni hospitales para atender a los infectados. Se encuentran en un completo abandono y le pide al Gobierno Nacional que los rescate.
“Le hemos escrito a la Cancillería y al Consulado pero nada que nos responden. Queremos irnos para Colombia, volver a casa. No sabemos esto hasta cuándo va. Y de llegarnos a enfermar, ¿Quién se va a encargar de nosotros? Aquí no tenemos cómo pagar un servicio, ya nos están presionando para que paguemos arriendo”, es el clamor desesperado de Ospina.
La colombiana cuenta que existe la oferta de regresarlos a Bogotá pero con la condición que pague los pasajes, donde cada uno tiene un valor de 350 dólares; además acarrear con los gastos de hospedaje en un hotel a su llegada a la capital del país.
Julieth suplica al presidente Iván Duque que los saque de la ciudad de Puyo, y “si tal vez no nos pueden llevar a todos, por lo menos a mis hijos sí”.
De los 10 meses que llevan en esta ciudad amazónica, a Julieth y a su esposo, atrapado en Quito, les ha tocado hasta pedir limosnas en las calles. Los proyectos de vender café de forma ambulante se derrumbaron.
El calvario ha sido tanto que a Julieth le ha tocado cambiar ropa por comida, y un Pastor evangélico ha sido quien los ha alimentado en lo que va de la crisis.
“En cualquier momento la caridad de la gente se agotará y yo tendré que salir a buscar algo para alimentarnos y lo que me causa miedo es enfermarme y no tener quien mire por mis hijos. Yo quiero estar en mi ciudad, y si algo me va a pasar que sea al lado de los mío”, concluyó Julieth.
Ospina nació en San Pedro de la Sierra pero ha vivido gran parte de tiempo en el barrio María Eugenia, al sur de Santa Marta, tiene 35 años y el desespero por la precariedad en esta tierra extranjera le está ganando.
Y así como ella hay varios samarios que están estancados lejos de su casa indicando que las provisiones ya empiezan a escasear y el dinero al faltar. Solo quieren que sean escuchados y les brinde un vuelo humanitario.