Hacia las 5 de la mañana del lunes 17 de diciembre, seis hombres del comando de operaciones especiales del Gaula de la Policía, dotados con visores nocturnos y equipos de precisión, se deslizaron por una soga sobre una montaña, en zona rural de Ciénaga, Magdalena, que en la mitad formaba una especie de cueva copada por una vegetación espesa.
“Cuando sacaron a Melissa de la cueva, estaba muy confundida y desorientada. Con voz entrecortada, narró que había sido golpeada en repetidas ocasiones y que era amenazada”
Con la ayuda del visor, los uniformados pudieron establecer que había dos camas. En la del lado izquierdo se encontraba un hombre –con un arma– y al lado derecho reposaba una mujer. Con el grito “¡Policía Nacional!”, Heiner Martínez Peñaranda se levantó de la cama y abrió fuego indiscriminadamente; con la reacción de los uniformados, Martínez terminó muerto.
La mujer se levantó asustada de la cama, y uno de los policías se acercó y le dijo “Bienvenida a la libertad”.
Melissa Martha Martínez García –la sobrina nieta del premio nobel de literatura colombiano Gabriel García Márquez–, de 34 años, lloraba, estaba en shock; llevaba tres meses y 23 días secuestrada por un grupo de delincuentes. “Cuando sacaron a Melissa de la cueva estaba muy confundida y desorientada. Agradeció a los policías y con voz entrecortada les narró que había sido golpeada en repetidas ocasiones y la mantenían bajo la amenaza de que la iban a matar”, dijo a EL TIEMPO el general Fernando Murillo Orrego, director del Gaula de la Policía.
La mujer desconocía en ese momento que su sentencia de muerte estaba firmada. Sus captores habían decidido asesinarla, esperaban recibir 250 millones de pesos de los 5 millones de dólares que pidieron inicialmente por su liberación. Su desesperación era tal que, al peor estilo de las mafias mexicanas, estaban dispuestos a enviar uno a uno los dedos de la empresaria para presionar a la familia.
Melissa, una reconocida comerciante bananera, fue secuestrada a las seis de la tarde del 23 de agosto. Salió sola en su camioneta doble cabina de la finca de su familia, en área rural de Zona Bananera, en Magdalena.
Ocho hombres, que se desplazaban en cuatro motos, la interceptaron y la obligaron a subir a una de estas. Entre tanto, uno de los secuestradores se llevó la camioneta y la dejó en el sector de Minca, en estribaciones de la Sierra Nevada de Santa Marta.
Apenas al día siguiente sus padres notaron que no había llegado a la casa. Melissa vive con su mamá, Mónica Patricia García, y su padrastro, Miguel Lamus, quien gerencia una empresa multinacional dedicada a la exportación de banano y fue el primer objetivo escogido por los delincuentes.
El secuestro, detalle por detalle, lo planeó Rigoberto Rojas Mendoza, alias Rigo o el Escorpión, un paramilitar entrenado en la década de los 80 por el israelí Yair Klein. Rojas se sometió a Justicia y Paz y hace dos años recobró la libertad.
‘Rigo’ mantuvo su red criminal mientras estuvo en la cárcel y se hacían llamar el ‘clan Rojas’, cuya zona de injerencia esta en Palmor, un corregimiento del municipio de Ciénaga. Junto a su hermano, Miguel Adán, interno en la cárcel de Barranquilla, planearon el secuestro hace más de un año, cuando empezaron a perfilar a la familia Lamus García.
“Como mercenario, ‘Rigo’ compartimentó la información a cada uno de los implicados. Los que secuestraron a Melissa la entregaron, pero nunca supieron a dónde la llevaron. Los que la custodiaban no sabían quiénes la habían secuestrado, y quienes estaban negociando no sabían nada de los otros. Así, sí capturaban a alguno no podrían delatar a nadie”, dijo el director del Gaula.
La comunicación entre los secuestradores y la familia fue básicamente a través de mensajes de WhatsApp.
El grupo de investigadores del Gaula obtuvo su primera pista por la reunión que sostuvieron, pocos días después del plagio de Melissa, cinco de sus secuestradores en un lugar público donde celebraron el hecho y hablaron acerca de en qué gastarían el dinero luego del pago.
Con las cámaras de seguridad se logró establecer en ese momento la identidad de los posibles implicados y se dio paso al trabajo de inteligencia.
Se estableció que los hombres residían en Palmor; allí no había presencia de la Policía, por lo que, como parte de las actividades de infiltración, fueron enviados a la zona uniformados para que interactuaran con la población. El paso siguiente fue intervenir cerca de 50 líneas, lo que permitió ubicar a cada uno de los integrantes de la red que había perpetrado el secuestro de Melissa.
El detonante que casi lleva a la muerte a Melissa fue que los ‘Pachenca’ asesinaron a Otoniel Barreto Londoño, alias Makenki, hombre de confianza de ‘Rigo’ y quien era el intermediario en todo el proceso. ‘Rigo’ huyó a Barranquilla a donde su amante, y la red quedó acéfala y se dividió. Los delincuentes terminaron bajando la cifra a 250 millones de pesos para facilitar la negociación, pero ya habían decidido asesinar a Melissa.
El Gaula supo que debía intervenir de inmediato. “En un hecho histórico dimos captura el día anterior a los 14 implicados en el secuestro, a ‘Rigo’ en Barranquilla, a su hermano lo trasladamos a La Tramacúa de Valledupar y en Palmor, a 7 hombres. Estas capturas se hicieron bajo el mayor sigilo para que quienes custodiaban a Melissa no la mataran”, dijo el general Murillo. Uno de los capturados señaló el lugar donde se encontraba la joven mujer y se pudo “planear esta milimétrica operación de rescate”, concluyó.