En cada esquina de las principales avenidas de Santa Marta, preferiblemente en los semáforos, es común ver personas que, bajo el incesante sol, buscan la forma de conseguir para el sustento de sus hogares.
Varios se autodenominan los “guerreros de la calle”, algunos de nacionalidad venezolana, otros provenientes del interior del país, pero todos guardan en común un arma que los hace fuertes, las ganas de salir adelante.
Es usual verlos con bolsas de dulces, algunos con trapos e instrumentos para limpiar vidrios, otros con pelotas y machetes para hacer malabares, todos vestidos con camisas manga largas, con gorras para protegerse del fuerte sol, unos chavitos para la agilidad a la hora de correr a la cebra y al momento de cambiar el semáforo irse a la orilla.
Instalados en los costados de la avenida, el color rojo curiosamente es el que le da la luz verde para poder ofrecer desde un dulce, un malabar o solo limpiar con un trapito los espejos de un vehículo.
La mayoría hoy estigmatizada por malos comportamientos y agresiones contra algunos ciudadanos y entre ellos mismos, algunos deben lidiar con que las personas los ignoren y hasta algunos sientan desprecio contra ellos.
ASÍ SOBREVIVEN
En las calles de la ciudad, en plena Avenida del Ferrocarril con Avenida de Los Estudiantes, es usual ver a Rodrigo Gómez Lara, un ciudadano venezolano que desde hace más de un año reside en Santa Marta y hace más de 10 meses trabaja en los semáforos.
Rodrigo y su esposa limpian vidrios en los semáforos de Santa Marta. Bajo el sol y sin ningún tipo registro para recibir ayuda del estado en salud o educación para sus tres hijos; sobreviven en un país que les abrió las puertas después que, en el suyo, se quedaron sin nada.
Casi como un equipo de Fórmula Uno, Rodrigo y su mujer Sandra Cristina deben limpiar vidrios de los carros, “los que aceptan, porque algunos odian que nos acerquemos”, luego pasar por cada uno de ellos a pedir las monedas que algunos quieran brindarles.
HACER OTRA COSA NO ES RENTABLE
SANTA MARTA AL DÍA habló con el limpiador de vidrios y este manifestó que hay días que logra recoger hasta $70 mil con los que mantiene a su esposa y tres hijos.
“La clave está en ser muy respetuoso y cordial con las personas, una vez limpié todos los vidrios de una camioneta y el conductor me regaló 50 mil pesos”, manifestó que ha logrado sobrevivir con este oficio en un año ya que completa en la capital del Magdalena.
Este venezolano asegura que trabajar en cualquier otro oficio en esta ciudad no es rentable. “Por ser venezolano quieren pagarle a uno cualquier cosa y explotarlo, mientras aquí soy mi propio jefe, en ocasiones mi esposa me apoya con un pañuelo y también limpia o cuida carros y un día logramos producir hasta $100 mil juntos”.
Rodrigo dice que, aunque las jornadas son intensas por el inclemente sol, al llegar la noche y ver el producido para comprarle la comida a sus hijos, es la motivación para el día siguiente despertar, tomar su cepillo y balde y ponerse nuevamente manos a la obra.
Como él, cientos de personas se ganan la vida en los semáforos de Santa Marta. La mayoría como limpiavidrios, otros vendiendo pañitos húmedos de marcas venezolanos, unos más haciendo malabares y danzas artísticas. Aunque es una actividad que no está permitida, para ellos es la única opción que tienen para poder vivir en una ciudad donde el empleo formal es bastante complicado incluso para los propios habitantes.
Estas personas piden que no las estigmaticen. “Es cierto que algunos tienen un mal comportamiento, pero son una minoría que quieren como sea conseguir dinero, pero en mi caso, yo veo esto como un empleo y por eso trato de brindarle el mejor trato y servicio a la gente que son mis clientes. Sonreírles, darles los buenos días y agradecerles, es la clave para que te reconozcan tu trabajo así sea con una moneda de 100 que si se suma con otros pagos al final del día es una buena recompensa al esfuerzo”.
Como Rodrigo, hay cientos de familias que han optado por vivir de lo que les deja el tráfico vehicular en los semáforos, por eso para muchos, ver la luz roja, es darle chance para sobrevivir.