El corregimiento de Tasajeras vivió hace cinco meses una tragedia que marcó la vida de sus habitantes para siempre. Al día de hoy luchan por reponerse, pero sin olvidar que 45 de sus hijos ya no están.
La muerte de 45 personas tras la explosión de un camión cisterna el pasado 6 de julio puso al corregimiento de Tasajeras, jurisdicción del municipio de Puebloviejo en el mapa.
Este rincón del Caribe colombiano solo aparece en el radar cuando protestan en la Troncal del Caribe por falta de agua, gas y energía; y no precisamente porque sus peticiones sean escuchadas, sino por los trancones que generan en una vía nacional y de alto tráfico vehicular que requiere su descongestión inmediata, así sea con el grupo antimotines.
Un día para no olvidar
Según el reporte de la Gobernación del Magdalena, 69 personas resultaron con quemaduras de gravedad y de ellas solo 24 sobrevivieron a las heridas que ocasionaron 5.950 litros de gasolina que se incendiaron en el kilómetro 48 de la vía Ciénaga- Barranquilla.
Sin embargo, estos supervivientes no solo tienen que vivir ahora con las secuelas y cicatrices que les dejaron las llamas, sino con la pregunta de qué pasará cuando se recuperen totalmente y puedan salir de nuevo a las calles de su tierra, porque las oportunidades de empleo son mínimas y con la pandemia del Covid-19 el hambre ataca y no da espera.
José de Jesús Ibáñez es uno de los jóvenes que pudo salir vivo de las llamas, tiene 22 años, y el día de la tragedia se encontraba lavando unos chinchorros cuando se enteró que un camión se había volteado y como un imán el accidente lo atrajo y se fue con los demás a ver qué podían conseguir.
“Yo estaba cogiendo una pimpina de gasolina para llenarla cuando se prendió el camión y me prendí yo también. Salí corriendo hacía el agua para apagarme, por eso me salvé”, relata Ibáñez.
Desde ese entonces inició la batalla de José de Jesús para sobrevivir. A raíz de sus quemaduras que ‘chamuscaron’ el 7% de su cuerpo fue trasladado al Hospital San Cristóbal de Ciénaga, pero por la gravedad fue enviado a un centro asistencial en Santa Marta y posteriormente a uno de Barranquilla, donde duró dos meses y dos días internado.
José de Jesús se dedicaba a la pesca, la actividad a la que se dedican la mayoría de habitantes del corregimiento, pero su sueño era ser soldado profesional. Un sueño que se vio truncado y ahora se conforma con estudiar para ser vigilante, aunque para cumplir ese anhelo debe esperar un año porque por sus heridas no puede recibir los rayos del sol.
“No vuelvo a hacer más eso. Solo quiero salir adelante”, es la consigna con la que ahora vive este joven, que dejó a un lado la pesca para buscar unos pesos de más con la extracción de gasolina, pero que terminó dándole una lección de por vida y una enseña que espera trasmitirle a sus generaciones.
A la deriva
Las esposas y madres que perdieron a sus seres queridos en la explosión del camión han vivido el diciembre más tristes de sus vidas. Esos hombres que han sido compadecidos y a la vez señalados por robar gasolina de un camión accidentado, eran el sustento de sus hogares, y ahora que no están el hambre y el desespero hacen de las suyas.
Yaneth Robles Orozco es una muestra de ese flagelo. Dos de sus ocho hijos se vieron involucrados en el incendio, uno murió y el otro quedó con heridas graves en su cuerpo, que le implican gastos debido a que la Eps no le costea su recuperación y no tiene mayores ingresos, debido a que su hijo fallecido era quien la ayudaba económicamente.
“Mi hijo estaba aquí y llegaron unos amigos y le dijeron vamos, vamos que se volteó un carro y yo le suplicaba para que no fuera. Él me dijo no mami a mí no me gusta eso, pero yo me voy a acercar para ver, si yo veo que está peligroso yo no me meto y se fue con mi otro hijo en la moto”, cuenta Yaneth.
A los 5 minutos de haber visto a sus hijos alejarse llegaron a avisarle que el camión se había incendiado y sus descendientes estaban quemados e iban camino al hospital de Puebloviejo a recibir atención de emergencia.
Por los niveles de quemadura en su cuerpo, el 7 de julio sus hijos fueron trasladados a Bogotá, en ese instante Yaneth cuenta que inició su propio desastre, puesto que ese día los familiares no pudieron viajar porque debían someterse a una prueba de Covid-19 antes de emprender vuelo, y con equipaje en mano y un aguacero cayendo emprendieron camino a pie para Tasajera porque no tenían en qué transportarse.
“Nos veníamos mojados con todo el equipaje y muertos de hambre todo el día porque nadie nos brindó ayuda en ese momento. Éramos 15 personas”, relata la madre que después de eso el alcalde de Puebloviejo los recogió y los llevó hasta Ciénaga para que fueran a sus viviendas y esperarán el aviso del nuevo viaje.
A los tres días de estar recibiendo atención en Bogotá su hijo César Robles Orozco, de 35 años murió, no soportó las quemaduras y dejó huérfanos a tres niños de 9, 7 y 5 años. Su partida ha sido un duro golpe para Yaneth, era su primogénito y quien la ayudaba a sostener la casa.
Su otro retoño, Manuel Robles de 25 años, duró 20 días internado en una clínica de Bogotá, donde libró dos paros cardiacos y quedó pendiente de una cirugía plástica en sus piernas y manos, estas últimas quedaron incapacitadas de por vida. El fuego se les llevó su fuerza y vigor.
Ahora Yaneth es quien trabaja vendiendo jugos para sostenerse y pagar las curaciones que debe hacerse diariamente su hijo Manuel, pues la Eps no responde y si no se cura puede agarrar una infección que pondría en riesgo su vida de nuevo.
Lucha diaria por sobrevivir
Son muchas las historias que hay detrás de los sobrevivientes de la tragedia. Mauricio José Martínez Rada fue uno de los jóvenes que volvió a nacer después de tres meses en hospitales, con terapias y citas médicas para recuperarse de las quemaduras en el 65% de su cuerpo.
Mauricio estuvo internado casi dos meses en el Hospital Simón Bolívar de Bogotá, donde fue sometido a cirugías por las quemaduras en su piel. Allí también le hicieron un trasplante de córnea. La reconstrucción física de Mauricio se dio por su voluntad y la dedicación con la que médicos y enfermeras le prodigaron todos los cuidados necesarios. Sus cuerdas vocales también fueron afectadas por el incendio, pero con terapias pudo recobrar la voz.
Antes del accidente trabajaba como mototaxista y los fines de semana como disc jockey en un estadero de su Tasajeras natal.
Ahora que regresó a su hogar, en donde lo esperó en medio de la algarabía su gran familia de Tasajeras, sueña con trabajar y estudiar para salir de la pobreza que golpea a los habitantes de ese empobrecido corregimiento magdalenense.
Pese a que Tasajeras estuvo durante dos meses en las noticias nacionales por la tragedia sucedida el pasado 6 de julio, a la fecha el corregimiento sigue en el olvido, y sus habitantes, esos que han visto la tragedia y la desidia diariamente, continúan clamando oportunidades, aunque nadie los escuche y los voltee a ver, a menos, que una nueva catástrofe aceche su puerta.