La grave crisis que vive este pueblo indígena ha llevado a que muchos padres entreguen a sus hijos por no contar con los medios para su subsistencia.
Una mujer campesina que viven en la zona rural de Santa Marta, se ha convertido en el ángel de la guarda de los indígenas Kogui, puesto que ha salvado de la muerte a muchos niños de esta comunidad que padecen de graves afectaciones en materia de salud y alimentación.
La falta de recursos para obtener alimentos, así como también el aumento de enfermedades respiratorias ha elevado los índices de mortalidad de los indígenas Kogui que habitan la Sierra Nevada de Santa Marta.
Pese a un presunto abandono del estado en materia de atención a sus necesidades básicas, una mujer que habita en la Troncal del Caribe se apersonó de esta situación, para brindarle asistencia a los infantes Kogui y así evitar un desenlace fatal.
Su nombre es Carmen Álvarez Sierra, más conocida en la vereda Don Diego como ‘Mamá Carmen’, una mujer de 54 años que, aunque no cuenta con grandes recursos económicos, decidió dedicar su tiempo a recibir y recuperar a recién nacidos, niños, niñas y hasta adolescentes indígenas que presentan problemas de desnutrición o quebrantos graves de salud.
Más de 16 años al servicio de los indígenas:
La noble labor de esta mujer inició hace 16 años cuando gracias a sus cuidados evitó el fallecimiento de una bebé Kogui recién nacida, sin embargo, en los últimos meses su trabajo se ha intensificado por los constantes casos que atiende.
‘Mamá Carmen’ cuenta con todo el respaldo de los mamos de la Sierra Nevada de Santa Marta, y actualmente es madre adoptiva de tres indígenas que llegaron a su hogar, al borde de la muerte.
Una de las niñas que está a su cargo la recibió cuando apenas tenía un año de nacida, y hoy ya tiene 17 y está a punto de graduarse de bachiller. Igualmente, bajo su cuidado tiene un niño de cuatro años y una bebé de nueve meses que la identifica como su madre.
Estos tres pequeños, fueron a dejados a su disposición por sus papás, quienes no tenían manera de sostenerlos y garantizarles su salud y alimentación.
“Sus padres inicialmente dijeron que regresarían tan pronto estuvieran recuperados; sin embargo, decidieron finalmente renunciar a su tenencia y dejármelos en adopción, considerando que conmigo iban a estar mejor”, indica la mujer.
Carmen asegura disfrutar de la compañía y del trabajo que realiza con los niños, sin embargo, su corazón se llena de temor cuando llegan niños en muy mal estado de salud.
“Hasta ahora no le he negado el ingreso a ningún pequeño, porque conozco perfectamente las dificultades que enfrentan estas comunidades, pero también me alcanzo a preocupar por miedo a no poderlos asistir como lo necesitan”, señala ‘mamá Carmen’.
Carmen Álvarez utiliza las ganancias de un restaurante de su propiedad para apoyar la labor social que lidera con los pueblos indígenas, sin embargo, afirma que hay momentos en que el recurso no es suficiente, por lo que acude a otros mecanismos como las rifas.
“Muchas veces los papás llegan, me los dejan y se marchan por semanas y hasta meses. Luego reaparecen y cuando ven que sus hijos ya están bien se los llevan de vuelta al resguardo”, detalla la mujer.
ICBF visitó el lugar y verificó el estado de los menores
Debido a la gran responsabilidad que recae sobre los hombros de ‘mamá Carmen’ el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, estuvo en su casa verificando las condiciones en las que se encuentran los niños que tiene a su cuidado.
Sin embargo, afirma que dicha visita no surtió ningún efecto positivo para la vida de los infantes, porque no les llevaron nada, ni hubo compromisos para hacerlo.
“Como se dieron cuenta que todos estaban en excelente estado de salud y bien alimentados solo se limitaron a llenar un informe positivo de la labor que estábamos haciendo. Pero lastimosamente, no se comprometieron a adelantar alguna campaña o jornada para beneficiar a esta comunidad tan necesitada”, indicó Carmen.
Esta situación, no afligió a la humilde mujer, sino que la motivó a aumentar su ayuda a estos pequeños indígenas y sus familias, es por ello que piensa construir en un lote un hogar de paso para que allí permanezcan los adultos de esta comunidad, mientras sus hijos se recuperan de las dificultades físicas que padecen.