La joven responsable del crimen confesó que envenenó el pastel por envidia, alegando que solo quería “asustarla” porque Ana siempre brillaba más que ella y era querida por todos.
Lo que parecía ser una tierna sorpresa de amor terminó convirtiéndose en una tragedia sin retorno. Ana Aves, una estudiante de 17 años, falleció tras ingerir un pastel contaminado con arsénico, el cual recibió como obsequio en la puerta de su casa.
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La sorpresa incluía mensajes de un supuesto admirador secreto que decían: “Un regalo para la chica más hermosa que he visto en mi vida” y “La chica más dulce y con la personalidad más increíble”. Ana, emocionada, jamás imaginó que detrás de ese gesto se escondía la intención de hacerle daño.
El plan había sido orquestado por alguien que conocía bien a Ana: una de sus mejores amigas. Cegada por los celos y la envidia, fue ella quien compró el veneno por internet y lo mezcló con el pastel. Posteriormente, contrató a un repartidor para que lo entregara en la casa de la joven, fingiendo ser un admirador anónimo.
Ana comió el pastel en compañía de algunas amigas, incluida su agresora. Esa misma noche comenzó a sentir molestias, pero en el hospital le restaron gravedad al caso y fue dada de alta.
Regresó a su casa sin saber que el veneno seguía actuando lentamente en su cuerpo. Dos días después, colapsó en el baño. Aunque fue llevada de urgencia a un centro médico, los médicos no pudieron salvarle la vida.
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El resultado de la autopsia reveló que la causa del deceso fue un paro cardíaco derivado de envenenamiento con arsénico. La policía inició una investigación y logró avanzar gracias al testimonio del repartidor, quien identificó a la joven que organizó la entrega.
En medio del interrogatorio, la amiga confesó su crimen. Alegó que no tenía intención de matarla, sino de “asustarla”porque, según dijo, sentía que Ana siempre brillaba más que ella. “Todo el mundo la quería, y yo solo quería que dejara de ser el centro”, declaró.
