Hoy
a esta comunidad además del COVID-19 también le preocupa lo que pueda suceder
con la erosión costera. Alcalde local analiza la situación.
El Alcalde de Salamina, Luis
Ramón Orozco, manifestó su preocupación por los pronósticos de lluvias que se avecinan
para la región, todo porque la erosión costera que padece desde hace unos años el
corregimiento de Guáimaro no da tregua, y hasta la fecha no cuenta con la ayuda
del Gobierno nacional para mitigar este fenómeno que amenaza con tragarse a la
población.
Orozco cuenta que ha
presentado oficios a las instituciones gubernamentales, pero solo ha recibido
su silencio. “He recurrido a la Gobernación del Magdalena, Corpamag, Cormagdalena,
Invías, Unidad de Gestión del Riesgo departamental y nacional, pero aún no he
obtenido respuesta”, afirma el burgomaestre.
Los afectados claman al Presidente
Iván Duque que inicie las obras con prontitud para que de esta manera puedan
dormir tranquilos, porque hoy además del miedo a contagiarse con el coronavirus, pesa
sobre ellos el temor de que se dé una inundación.
Por este aparente silencio, el
mandatario decidió que en los próximos días volverá nuevamente a realizar la
tarea pero esta vez compulsando copias a los órganos de control del Estado, a
la Procuraduría y Contraloría, para que quede constancia de quiénes hicieron
caso omiso al llamado del pueblo representado en su dirigente.
“Soy reiterativo en el llamado a todas las
instancias nacionales para que escuchen nuestro clamor, teniendo en cuenta el
aislamiento preventivo obligatorio en que estamos, donde los alimentos son escasos;
donde la gente no puede salir a trabajar, súmale ahora el riesgo de una inundación.
Alrededor de 200 mil hectáreas pueden quedar debajo el agua”, precisó el
funcionario.
Cada segundo que pasa es vital para esta problemática. En la zona erosionada se realizaron algunas obras de ingeniería hidráulica pero no dieron resultados. El fenómeno se siguió expandiendo hasta consumirse una parte considerable del camellón. Abandonados quedaron una máquina y unos tubos viejos que fueron enterrados de tal forma que se pudiera contener la fuerza de la corriente.