Las clínicas que colapsaron en 2020 hoy han retomado su funcionamiento normal. Las UCI ya no son exclusivas para COVID-19, y los protocolos de emergencia han desaparecido. Pero el virus sigue presente.
El 6 de marzo de 2020, Colombia confirmó su primer caso de COVID-19. Días después, el virus ya estaba en Santa Marta, desatando una crisis sin precedentes.
Los hospitales colapsaron, las UCI quedaron desbordadas y la incertidumbre marcó el día a día de los samarios. Hoy, cinco años después, la ciudad ha aprendido a convivir con el virus, que sigue presente pero con un impacto muy diferente.
De la emergencia a la normalidad
En sus inicios, la pandemia puso a prueba el sistema de salud de Santa Marta. Las clínicas ampliaron sus áreas de atención, se adquirieron ventiladores y las UCI se convirtieron en la primera línea de batalla contra la enfermedad. Sin embargo, con el paso del tiempo y la llegada de las vacunas, la gravedad de los casos disminuyó.

“El COVID-19 ya no es visto como una enfermedad de alta mortalidad, sino como una gripa fuerte que, en algunos casos, puede complicarse”, explica el doctor Carlos Jiménez, médico internista en una clínica privada de la ciudad.
Los tapabocas y las medidas estrictas han quedado en el pasado. La gente ha retomado su vida sin mayores preocupaciones, aunque el virus sigue circulando. “En mi casa todos nos hemos contagiado alguna vez después de la pandemia, pero no ha pasado de fiebre y malestar por unos días”, comenta Sandra Herrera, una paciente que recuerda con angustia los meses de encierro y temor.
Las UCI y la infraestructura hospitalaria: ¿qué quedó de la pandemia?
Una de las mayores inversiones durante la emergencia sanitaria fue la adecuación de las Unidades de Cuidados Intensivos (UCI). Clínicas y hospitales ampliaron su capacidad con equipos de ventilación mecánica, monitores y camas especializadas. Sin embargo, hoy en día, la mayoría de esas áreas han vuelto a su función habitual.

“La demanda de camas UCI por COVID ha disminuido considerablemente. Ya no se requieren espacios exclusivos para estos pacientes, sino que conviven con otras patologías graves como accidentes cerebrovasculares, infartos y neumonías severas”, indica el doctor Luis Camargo, jefe de UCI en Santa Marta.
A pesar de la menor incidencia de casos graves, los equipos adquiridos durante la pandemia siguen en uso. “Los ventiladores y monitores que se compraron han servido para fortalecer el sistema de salud en general.
Hoy se usan en pacientes con otras enfermedades respiratorias o en cirugías complejas”, agrega Camargo.
Los protocolos de urgencias: ¿siguen vigentes?
En el punto más crítico de la pandemia, el ingreso a las clínicas estaba rodeado de estrictos protocolos: pruebas rápidas, aislamiento preventivo y triajes diferenciados. Actualmente, estas medidas han desaparecido.
“El COVID-19 ya no es una prioridad en urgencias. Si un paciente llega con síntomas respiratorios, se trata como cualquier otra infección viral. Solo en casos graves se hacen pruebas para descartar neumonía o complicaciones mayores”, explica el infectólogo José Martínez.
Sin embargo, algunos médicos advierten que no se debe bajar la guardia. “El virus sigue mutando y hay variantes que pueden ser más agresivas, especialmente en personas con comorbilidades. No podemos tratarlo con total indiferencia”, advierte Martínez.

Casos actuales: ¿el COVID-19 solo es una gripa?
Si bien la percepción general ha cambiado, los casos de COVID-19 no han desaparecido. Según los registros hospitalarios, en el último año se han atendido pacientes con complicaciones derivadas del virus, algunos de los cuales han fallecido.
“Las personas vacunadas tienen cierta inmunidad, pero eso no impide los contagios. Los cuadros suelen ser leves, pero en adultos mayores o inmunosuprimidos puede haber complicaciones serias”, señala la doctora Ana Delgado, epidemióloga en Santa Marta.
Uno de esos casos es el de Rosa Gutiérrez, quien perdió a su esposo el año pasado a causa del COVID-19. “Pensábamos que ya no era tan peligroso, pero a él se le complicó con una neumonía. Llegó a la clínica demasiado tarde”, relata con tristeza.
Un virus con el que se aprendió a convivir
El COVID-19 marcó un antes y un después en Santa Marta. La ciudad pasó del caos y el temor a una adaptación paulatina que ha llevado a tratarlo como una enfermedad más. Sin embargo, la historia aún no ha terminado.
“El virus sigue aquí, y aunque la mayoría de los casos son leves, siempre habrá un pequeño porcentaje de personas que pueden sufrir complicaciones graves”, concluye el infectólogo Martínez.
Cinco años después, Santa Marta sigue conviviendo con el COVID-19. La diferencia es que, ahora, ya no es sinónimo de pánico, sino de una realidad con la que la población ha aprendido a vivir.
