La reconocida periodista que tuvo un altercado con el vocero de la Casa Nariño, Hassan Nassar, por el controversial uso del avión presidencial por parte de la primera dama, reconoció que se equivocó en la forma de expresarse.
Dávila en su columna de Semana, admite que estuvo mal su actitud y que se salió “de casillas”, al referirse a la malograda entrevista con Nassar, que desató no solo múltiples comentarios de varios colegas en prestigiosos medios, sino en la sociedad en general.
Todo se desató porque Dávila buscó a Nassar para que le hablara sobre la información que se conoció esta semana en el sentido de que la primera dama, María Juliana Ruiz, había usado un avión presidencial para llevar a sus hijos y a varios amiguitos de ellos con sus respectivas madres a celebrar el cumpleaños de una de las hijas del presidente Iván Duque a Panaca.
Sin embargo, en las primeras de cambio de la entrevista, Nassar le recordó a Dávila que ella también había viajado en avión presidencial con su esposo. La periodista aclaró que se trató de un viaje oficial de un equipo de periodistas, pero, además, después, exaltada, le dijo a Nassar cosas como ‘peludo’, ‘Tarzán’, ‘cosa’, ‘inepto’, ‘fracasado’, ‘tipejo’, ‘patán’, ‘cobarde’, ‘trepador’, ‘bárbaro’, ‘incapaz’ y ‘Archibaldo’.
Con los ánimos aparentemente más calmados, Dávila se refiere al tema en su columna de la revista, pero no baja a Nassar de “provocador consejero de comunicaciones del gobierno” que “decidió atacarme de manera muy baja con información privilegiada que misteriosa y convenientemente le llegó a sus manos”.
“Él me engañó, él no iba a cumplir su papel de vocero, él iba listo a masacrarme”, dice la periodista y da su versión de cómo se produjo la entrevista con Nassar.
Luego arremete contra varios periodistas que no menciona y contra otros a los que, si se dirige por su nombre, después de preguntarse si su altercado con Nassar significa, como lo calificaron algunos, la “muerte” del periodismo. “¿En serio?, ¿un enojo que no justifico es lo peor que le ha pasado al periodismo de Colombia?”.
“Grave que algunos periodistas hayan decidido ser fichas a sueldo de los carteles de la droga, los paras, las Farc o el ELN”, agrega Dávila, pero sin mencionar nombres. “¿No será que todos los que comieron en la coca de los millonarios contratos del Gobierno Santos para hablar en favor de la paz fueron peores? Ni qué decir de todos los habilidosos periodistas-negociantes que no han dejado de beneficiarse de todos y cada uno de los gobiernos durante décadas y están ricos”.
También se dirige al veterano periodista Juan Gossaín, que por el bochornoso altercado entre Dávila y Nassar dijo sentir vergüenza del periodismo. “Él durante décadas ha visto lo peor de muchos colegas. Estoy segura de que en sus recuerdos tiene casos ejemplarizantes que de verdad nos sonrojan”.
Y no deja por fuera de sus comentarios a Camila Zuluaga, a quien le señala que “llegó al espacio de Blu, al mediodía, a replicar el modelo que yo implementé en La W y ahora está adolorida y sufriendo por el periodismo que yo hago. Sería bueno que ella invierta esa energía en crear algo propio y que conecte con la gente. Le iría mejor”.
Por Néstor Morales, dice sentir “angustia”, pues “debe ser muy difícil y agobiante ser el cuñado del presidente y tener que defenderlo obligatoriamente todos los días”.
El último apartado de su columna se lo dedica al Círculo de Periodistas de Bogotá, a cuyos miembros invita a que “sean más activos y agudos frente a los verdaderos problemas del gremio”. Incluso, va más allá: “No utilizo mis relaciones con las fuentes como lo hacen algunos del circulito bogotano para obtener beneficios y prebendas”.