Una chispa de batería prendió en llamas a un camión siniestrado y acabó con la vida de 45 hombres. El pueblo no se recupera.
Por: Juan Rodríguez
El 6 de julio del año 2020 será una fecha que ningún colombiano olvidará. Manuel Cataño, por azares del destino, transportaba en un camión cisterna gasolina y se volcó, desencadenando una tragedia sin precedentes que los habitantes del municipio de Tasajera, Magdalena recordarán por el resto de sus vidas.
Cataño se dirigía hacia la ciudad de Barranquilla proveniente de Santa Marta, y exactamente en el kilómetro 47 asegura que vio un animal que quiso esquivar, pero en ese intento terminó volcado a un costado de la carretera.
Este hecho tuvo lugar a unos cuantos kilómetros del municipio, un lugar en el que la pobreza abunda, las condiciones de vida son sumamente difíciles y muchas personas viven de la actividad pesquera. De aquello que el mar o la Ciénaga Grande les puedan regalar día a día.
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Rápidamente el rumor de que un camión se había volcado se propagó en la zona, y las personas dejaron sus actividades por un instante, para poder ir a sacar cualquier elemento que pudiera ayudarles a llevar un plato de comida a sus mesas. Lamentablemente muchos se encontraron con la muerte.
Personas con pimpinas y tanques rodearon rápidamente el vehículo volteado a un lado de la vía, y como si se tratara de un tesoro, comenzaron a extraer el tan anhelado botín.
La Policía Nacional hizo presencia en el sector, el conductor Manuel les decía que trataran de quitar a las personas, no por la pérdida del combustible, sino porque estaban en riesgo sus vidas.
Pero la multitud enceguecida por la extracción de la gasolina no escuchó las voces que alertaban la tragedia.
Luego de que pasaran algunos minutos, una de las personas mientras intentaba retirar la batería del automotor, provocó una chispa que en cuestión de segundos ocasionó una explosión que acabaría con la vida de manera inmediata de 7 personas que quedaron calcinadas en el lugar.
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El caos fue total; la vía por un instante fue el centro de un desfile de personas con prendas completamente quemadas y sus cuerpos en total desnudez, dejando en evidencia las graves quemaduras que recibieron en aquel fatídico suceso.
Este hecho le recordó al país que este rincón del Magdalena existía, un municipio en olvido a causa de su extrema pobreza y calles abarrotadas de basura.
Los vehículos que se encontraban en la vía, al ver la gravedad de lo sucedido, no dudaron un instante en socorrer a las personas que caminaban con sus cuerpos completamente quemados y los trasladaban al centro de salud más cercano.
Muchos de los heridos fueron remitidos de urgencia a distintas ciudades del país, pero lastimosamente la cifra de fallecidos fue creciendo cada día, hasta llegar a los 45 decesos.
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El departamento decretó 30 días de calamidad pública, el municipio lloró a sus hijos que quizá por el olvido del estado y la falta de oportunidades, veían en los accidentes y volcamientos de camiones una fuente de ingreso, para el sustento de sus hogares.
La explosión se llevó a muchos, pero el mismo pueblo a pesar de la falta de recursos, un mes después de este lamentable hecho, rindió un sentido homenaje a las víctimas y a sus familias.
Levantaron un mural en el lugar del siniestro que, si bien tiene como primer objetivo recordar a los fallecidos, también es el símbolo de una población que ha estado sumida en el olvido por años.
“Hoy dedico un pensamiento al cielo, a todas esas vidas que ya no están presentes pero cuyos recuerdos nos acompañarán por siempre”, es el mensaje que se encuentra en la estructura, acompañado de fotos de los fallecidos y flores que traen familiares y personas que pasan por ese lugar.
Hoy, un año después, las familias aún recuerdan a sus muertos, nadie se esperaba que aquella chispa de la batería de un vehículo acabara con la vida de estas personas, pero lo más triste de esta situación, es que, a pesar de haber ocupado los grandes titulares a nivel nacional, la pobreza y la falta de oportunidades es la misma que antes de que esto ocurriera.