Santa Marta Al Día conoció las historias de tres comerciantes del sector del ferry, los cuales tienen miedo de perder sus negocios por la erosión fluvial.
La emergencia registrada en el municipio de Salamina abarca varias problemáticas alrededor del río Magdalena, el cual representa la principal fuente de sustento de sus habitantes, debido a la actividad comercial que genera el ferry.
Es por ello que los vendedores de este sector se encuentran en un dilema, ya que por un lado el afluente amenaza con destruir sus negocios, y por otro, está la necesidad de ir a trabajar a diario por el sustento de sus familias.
Es el caso de la señora Carlina Estela Cuadro, una mujer que lleva más de 34 años trabajando en el sector del ferry; deleitando con sus comidas típicas a las personas que se transportan entre el Magdalena y el Atlántico sobre las aguas del imponente río.
Esta mujer luchadora afirma que mientras el río la deje trabajar no se moverá de su restaurante. “Mi mayor temor es que el río inunde el pueblo y destruya lo poquito que hemos construido años tras años acá en el ferry”, expresó.
Cabe indicar que, la Alcaldía Municipal les ha solicitado evacuar la zona por el peligro que corren, dado que varias estructuras han terminado en el fondo del afluente por la socavación de terreno que allí se presenta.
Sin embargo, la señora Cuadro no puede darse el lujo de irse a vacaciones, debido a que si no trabaja no come.
“Nosotros suspendimos nuestro trabajo por unos días, pero en esos días nadie nos ayudó, y el hambre no da espera y por eso decidimos volver a trabajar pese al peligro que corremos en esta zona”, indicó.
Y es que la necesidad de estas personas es más grande que el miedo que les produce el río, ya que el municipio no cuenta con otra fuente de empleo y muchos de estos trabajadores no quieren dejar el pueblo.
Pérdidas económicas
En este dilema también se encuentra doña Cándida Muñoz, una vendedora de bollos que tiene más de 42 años en el sector y nunca había presenciado la amenaza del río de esta forma.
Ella expresa con preocupación que “si el río inunda el pueblo todos los negocios desaparecerán y muchos vendedores quedarán en la calle”.
Asimismo, indica que las ventas han disminuido, ya que las personas evitan llegar hasta el ferry por la emergencia.
“Antes de esta calamidad yo me desocupaba al medio día, pero ahora la jornada es más extensa y vendo menos bollos, esto sin duda alguna me afecta en mi económica y la de mi familia”, dijo la señora Cándida.
Por otra parte, el señor Julio Cesar Berdugo, ya ha perdido la mitad de su negocio por la erosión del río Magdalena, el cual le arrebató varios metros de su local y ahora solo puede lavar motos y unos cuantos carros pequeños.
“Yo antes tenía a cinco trabajadores, quienes se encargaban de limpiar las mulas, camionetas y motos, pero debido a esta problemática, solo quedé yo y por día a veces solo se lava una moto”, dijo Berdugo.
Estos pequeños comerciantes resumen la zozobra que viven muchos de los habitantes de este sector, donde la pobreza, la falta de oportunidades y el desempleo hacen que su actividad comercial inicie y termine con el transporte fluvial.
Finalmente, piden más atención por parte de los gobiernos locales y nacionales, para que los puedan reubicar en un sector sin peligro y así poder seguir trabajando para su ‘papita’ diaria.