Los vendedores de faroles en Santa Marta se encuentran preocupados, debido a las bajas ventas que han tenido; algunos aseguran que previo al inicio de este 7 de diciembre ‘Día de las velitas’ el negocio les representa una pérdida total, teniendo en cuenta que no han podido vender el capital que han invertido en los productos para solventar sus necesidades.
A la gran mayoría les ha tocado invertir tiempo y dinero, a la hora de viajar a la ciudad de Barranquilla para poder conseguir los faroles que están a bajo costo, pero no logran recuperar el costo de la inversión.
Julio Fernández, quien vende los faroles 1000 pesos, aseguró que “las ventas han estado bajas, creemos que algunas personas se han abstenido a comprar porque se tiene que usar fuego, y es riesgoso. Los años anteriores nos ha ido bien; tengo 500 faroles, pero solo he vendido 300 en 4 días; me tocó invertir 500 mil pesos, y estoy preocupado porque no he recuperado ese dinero”.
Por su parte, Aldo Orozco dijo que “yo vendo los faroles a 1.500 pesos, si no logro vender todo lo que tengo en la carretilla me toca guardarlos para el año entrante, con el cuidado que no se vayan a deteriorar”.
“En estos días las ventas son bajas, si pasan las horas y no alcanzó a vender los 800 faroles, me tocará bajar el precio. Todos los años me dedico a este trabajo, esta vez invertí 1 millón de pesos, pero no me imaginé que en esta temporada las ventas iban a estar tan duras” señaló Juan Gutiérrez.
LA CELEBRACIÓN
El 7 de diciembre es el día de las velitas, una de las festividades más tradicionales de Colombia, con la que se celebra el dogma de la Inmaculada Concepción de la Virgen María, y como es de costumbre, los samarios se empiezan a preparar para la fecha, que muchos tienen consagrada para festejarla en unión familiar.
Al amanecer del 8 de diciembre, en algunos sectores los faroles y velas siguen encendidos e iluminan las terrazas, muros, o sardineles, lo que para la gente marca el principio de las fiestas navideñas.
En Santa Marta la práctica se vuelve bastante común, sobre todo en los niños, quienes se despiertan en las horas de la madrugada y se apresuran antes de que salga la luz del sol para encender las velitas de colores, que en la gran mayoría de veces son escondidas en faroles forrados de papel celofán, para que la fuerte brisa decembrina no interrumpa el momento.
Aunque se trata de una fiesta tradicional, muchos aprovechan la ocasión para salir de la monotonía o cotidianidad que se vive en el hogar para celebrar de una forma diferente en distintos lugares de la ciudad, como discotecas, parques, restaurantes o inclusive en la playa.
Además de hacer también recorridos por los distintos alumbrados navideños, el pueblo católico realiza conmemoraciones en las parroquias de los barrios y lugares marianos.
Pasando a otro plano geográfico, en los pueblos, por ejemplo, los adolescentes y niños acostumbran a jugar al “diablo encuero” o al “calderito”, lo cual consiste en hacer un hueco en la tierra e introducir una o más velas, luego es colocado un recipiente, que por lo general son tapas metálicas sobre un soporte de alambre, y que, al agregarle vela fundida, produce una bola de fuego que para ellos es alegría.