Hay enfermedades que no afectan el cuerpo sino la memoria de un país. Los falsos positivos se han convertido en una deuda histórica del Estado con las familias víctimas. El asesinato de un joven de 18 pondrá de manifiesto esta cruda realidad en el Magdalena.
Por estos días de confinamiento a causa del Covid-19, los expertos aseguran que la nostalgia por la familia crece y el deseo de estar unidos es cada vez mayor. Las videollamadas y encuentros virtuales han acercado a muchos.
La memoria empieza a recordar aquel pasado, que para varios suele ser el mejor tiempo vivido. Pero ¿Cómo hará aquel a quien la guerra le arrebató lo que más quería y para quien los recuerdos abren esa herida que clama justicia en una sociedad que olvida a los que se fueron sin desearlo? La guerra es un virus que afectó el sistema inmunológico del tejido social, causando graves daños.
La historia en el país pareciera no querer contar el dolor de las familias víctimas de los falsos positivos en la Región Caribe. Una omisión narrativa olvida a quienes por un momento fueron presentados como efectivos en medio de supuestos combates. Jóvenes que hoy siguen dejando un vacío que el tiempo se ha encargado de hacer más hondo y visible, y todo porque no hay respuestas al cuestionamiento de ¿Por qué lo mataron si él no era culpable?
Gustavo Araque Mercado representa a las víctimas que el Estado le negó la posibilidad de seguir soñando. A los 18 años y con todo un mundo por delante quiso superar la pobreza de su familia en Salamina, viajó a Venezuela buscando mejores horizontes, sin saber que en ese viaje encontraría la muerte.
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