Los represamientos de agua en puntos críticos del corredor comercial generan afectaciones directas a la economía local.
Lo que comenzó como un ambicioso proyecto de infraestructura para mitigar las históricas inundaciones en la Comuna Uno de El Banco, Magdalena, hoy se percibe como un fracaso técnico y social que ha dejado a comerciantes y residentes sumidos en el descontento.
La obra de la Alameda, que contó con una inversión superior a los 10 mil millones de pesos y fue gestionada durante la administración del exalcalde Víctor Rangel López, prometía mejorar la movilidad, seguridad y condiciones ambientales de esta zona clave del municipio.
Sin embargo, a pocos años de su entrega, los problemas estructurales se han hecho evidentes y constantes. Lejos de representar una solución definitiva, la Alameda se ha convertido en símbolo de frustración para los habitantes del sector, quienes denuncian fallas reiteradas en el sistema de drenaje y bombeo, especialmente durante las lluvias.
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Los represamientos de agua en puntos críticos del corredor comercial generan afectaciones directas a la economía local. Comerciantes reportan pérdidas frecuentes, mientras que los residentes conviven con el temor de daños materiales y riesgos sanitarios. “Cada vez que llueve, nuestros negocios se inundan. Nadie responde”, expresan algunos afectados.
El sistema de bombeo, pieza clave del proyecto, opera de forma intermitente y, según denuncias ciudadanas, presenta señales de deterioro prematuro. La falta de mantenimiento y supervisión agrava la situación, dejando a la comunidad sin respuestas concretas.
Más allá del desgaste físico de la infraestructura, lo que más pesa sobre la ciudadanía es el sentimiento de abandono institucional. Lo que se pensó como un avance significativo para la comuna hoy representa un retroceso en calidad de vida, desarrollo urbano y confianza en la gestión pública.
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La Alameda no solo simboliza una inversión que no cumplió su promesa, sino que se ha convertido en el epicentro de una crisis que golpea directamente la economía local y la calidad de vida de cientos de familias. Lo que debía ser un motor de transformación hoy representa un obstáculo para el progreso. Es urgente que las autoridades y entes de control actúen con responsabilidad y celeridad, no solo para corregir las fallas, sino para devolverle la dignidad y la confianza a una comunidad.
