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Santa Marta

Niños venezolanos piden de regalo de navidad dejar de sufrir en otro país

Las familias venezolanas que viven en las calles de Santa Marta solo piden un milagro y que todo vuelva a la normalidad.

“Hay navidades tristes y navidades alegres”, como dice el coro de una de las canciones del cantante vallenato fallecido Rafael Orozco, así tal cual es la realidad social de los niños venezolanos que no esperan un juguete este 24 de diciembre, sino la alegría y paz, para seguir sobreviviendo en Santa Marta junto a sus padres apesar de la adversidad que enfrentan.

Los recuerdos que todos tenemos de la época navideña son de alegría y unión familiar. Nadie quisiera una celebración cómo el estar alejado de sus costumbres, lejos de la tierra natal y menos aún en condiciones de mendicidad o extrema pobreza.

Tales son los casos de cientos de niños venezolanos que se encuentran en la ciudad de Santa Marta, quiénes han emigrado desde Venezuela en razón a la crisis económica y humanitaria que desde hace dos años aproximadamente los aqueja, pero que esta navidad no será como la esperan.

SANTA MARTA AL DÍA hizo un recorrido por las calles de la ciudad, para notar de primera mano el panorama que se vive en sectores cómo el Mercado Público, el Centro Histórico, El Rodadero, a las afueras de Supermercados e incluso en algunos tramos de la Calle 30, a muchos les causa frustración, puesto que se logran ver niños pequeños en brazos de sus padres, otros soportando las inclemencias del clima durante la noche, desprovistos de una vivienda digna y acostados sobre cartones en plena calle.

En otros rangos de edades entre 4 años adelante se dedican a vender dulces, a cantar en busca de la caridad de samarios y turistas sin posibilidad de tener al menos un regalo en estas fechas, de los que posiblemente acostumbraban a recibir en su país, y qué por una problemática de la cual no son culpables, sufren una navidad triste, fría, llena de melancolía, y sin esperanzas de qué su situación mejore.

Desafortunadamente las noches decembrinas están cargadas de tristeza y desazón para estos pequeños y sus padres, que no esperan al niño Dios, sino un milagro que les permita dejar de vivir con hambre, sin un techo que les brinde abrigo y rogando al niño del pesebre que el año entrante mejoren sus condiciones de vida.

Se ha convertido en algo común caminar por la Calle 15 o 16 del Centro Histórico, y escuchar menores con frases tales como:

– ¿Señor me compra un confite?

– ¿Señor me puede regalar una moneda?

O si alguna persona adulta va por la calle consumiendo cualquier alimento o bebida, se acercan de inmediato para pedir de lo que llevan.

– ¿Señor, señora me puede regalar un poquito de eso?, señalando con su mano a quién está comiendo o bebiendo, llevándose su dedo índice a la boca y demostrando un gran antojo para hacer visibles sus necesidades.

Juguetes cómo una barbie, un carrito, un balón de fútbol, un muñeco de acción, una ‘cocinita’ o un arma todo, son algunos de los obsequios que la mayoría de los niños en condiciones normales esperarían recibir, mientras que otros cuyos padres cuentan con estabilidad laboral recibirán mejores regalos, quizás los mismos objetos que un niño venezolano quisiera recibir, pero más allá desean un cambio de vida, algo más que suficiente para tener una Navidad Feliz.

Luis Carlos Pineda, es un joven que llegó hace 5 meses con sus dos hijos a la ciudad de Santa Marta, uno de ellos se llama Wilson Pineda, de solo 1 año; el en esta navidad espera su regalo para poder disfrutar una de las fechas más esperadas e importantes del año.

“En estos momentos no tengo como comprarles un regalo a mis hijos, nos ha tocado salir a pedirle a las personas, y en algunas ocasiones hasta nos coge la noche en la calle. A mí me toca pagar 10 mil pesos de arriendo diariamente, y esto no alcanza; mi esposa y yo nunca pensábamos que íbamos a estar en esta difícil situación. En Venezuela mis hijos tenían sus juguetes todos los años, pero esta vez todo será distinto, ya no aguantamos más este momento”.

Otro de los puntos dónde se reúnen gran parte de estas familias sobre todo en esta época decembrina, es a las afueras de la Catedral Basílica, dónde durante largas horas se pueden observar los numerosos núcleos familiares integrados por padres de familia, y niños aún de brazo junto a sus hermanos, entre edades de 6 a 13 años.

La niñez venezolana, esta vez que no quieren tener una navidad a la intemperie y en el frío; piden al niños Dios que calme su hambre y los aleje de la terrible situación de tener que dormir en cartones, sobre un andén y con algunos pedazos de sabanas sucias, ese es su mejor regalo.

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