¿Venezolano?
¡Sí, pero solo estoy trabajando!
Esa es la respuesta temerosa a los ciudadanos de Migración, autoridades de Policía y hasta a funcionarios del ICBF, de miles de ciudadanos venezolanos que residen en Santa Marta, a donde llegaron por un mejor presente que el la escasez y la falta de oportunidades de su país.
Durante las jornadas de caracterización que adelantan las autoridades en apoyo con el Bienestar Familiar, para detectar fenómenos de maltrato infantil, explotación e influencia a la mendicidad; varios ciudadanos del vecino país, rompen en terror.
Es el caso de Josué García, un vendedor ambulante de comidas rápidas en el sector del Mercado Público, quien al ver a un grupo de funcionarios del Bienestar al lado de Migración y la Policía: “Me dio terror, me imaginé lo peor”.
Josué y su esposa Joselínd tiene un niño de 8 años y una bebé de tan sólo tres meses, la cual nació en Santa Marta; la pareja debe asistir a su empleo informal en el Mercado Público, acompañado de sus dos hijos. Según ellos por no haber podido inscribir a tiempo al niño mayor en la escuela y no tener donde dejar a la bebé.
En medio de la charla con los funcionarios, Josué asegura que si buscan muchachos que son explotados, el Mercado Público es el lugar.
Asegura ser testigo de muchos niños que son utilizados para pedir en las calles del sector, los cuales son un elemento para lucrar a terceros.
“En las calles se ven mucho a estos niños y más en el Mercado”, aseguró el padre angustiado.
Mientras revela cómo en las calles que rodena el edificio del Mercado, abundan niños pidiendo, Josué recuerda su situación, pide al cielo y ora a Dios por vida y salud para no ver a sus hijos pasando trabajo.
Recuerda como fue su salida de su país, tras más de 10 horas de camino en buses, colectivos y chances, desde la localidad de Coro, en el estado Falcón, hasta la Santa Marta que más de 30 mil venezolanos han visto como un lugar de oportunidades; Josué García hoy le pone la cara a la adversidad trabajando para sacar a delante a su familia.
Con los recuerdos intactos de la Venezuela que algún día quiere volver a ver, aparte de los millones de minutos a pie esperando una oportunidad y las centenares de lágrimas botadas por la realidad dolorosa de haber abandonado su país, Josué al lado de Joselínd Vargas, su esposa llegaron a Santa Marta hace seis meses con la ilusión de un mejor presente para su niño de 8 años y la hija que para ese entonces venía en camino.
Como este vendedor de perros calientes, hay miles de venezolanos que encontraron en esta zona del país, la oportunidad para un nuevo comienzo.
LAS AUTORIDADES ATACAN LA MENDICINAD
Ante el crecimiento acelerado de los menores en las calles en condición de trabajo infantil y mendicidad, las autoridades en cabeza del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF), realizan jornadas para identificar a estos menores y buscar restablecerles sus derechos, y judicializar a los responsables según el caso.
Joaquín González Iturriago, director del ICBF Magdalena, se refirió a las actividades para caracterizar posibles casos de menores en condición de calle y presunta explotación por mendicidad.
“Este es un recorrido de identificación y búsqueda activa de niños, niñas y adolescentes en condición de trabajo infantil, mendicidad y alta permanencia en calle. Es un operativo con el que buscamos seguir atacando este tema, tal y como lo hemos venido haciendo con los 169 casos que ya tenemos, de los cuales 30 eran niños entre 0 y 4 años, 139 casos fueron por vinculación de la salud y 153 vinculación escolar”, detalló el Director del ICBF Magdalena.
¿CUÁNTOS HAY?
Según el último informe en Magdalena hay 70.327 ciudadanos venezolanos es decir el 5% de los migrantes del país, de los cuales hay 35.615 sólo en Santa Marta y que ya hacen parte del 7% de la población local.
Solo el 30% de venezolanos en el Magdalena tienen permiso especial, es decir unos 12.430.
En Colombia hay al menos 1 millón 400 mil venezolanos de los cuales 35.615 sólo en Santa Marta, que hacen el 5% de la población de la ciudad; además que 11.057 se encuentran Ciénaga, los cuales equivalen al 12% de la población.
En cuanto al tema de educación hay un total de 5.019 niños y jóvenes recibiendo el servicio educativo en Santa Marta y 3.144 en el Magdalena.
En un verdadero riesgo financiero se ha convertido la cantidad de ciudadanos venezolanos que a diario llegan por atención a los centros de atención médica de Santa Marta.
Según se ha manifestado al menos $11 mil millones han sido invertidos en la atención de más de 5.000 ciudadanos venezolanos que acuden por atención en Santa Marta; sin embargo, de eso el gobierno nacional, solo ha girado un total de $300 millones.
Lo peor es que el gobierno nacional no ha aumentado el apoyo para la atención a los ciudadanos venezolanos, sugiriendo la afiliación o el registro al sistema subsidiado o contributivo para recibir el servicio de salud.
Según datos de la Secretaría de Salud, en la capital de Magdalena hay “18 mil personas con permiso especial de permanencia, solo el 17% ha accedido a los servicios de salud”.
¡NO TODOS SON BUENOS!
Mientras un padre lucha día a día por darle comida, educación y un presente feliz para sus hijos; en las calles no todo es color de rosa con los ciudadanos del vecino país.
Según especialistas en el tema migratorio y defensores de derechos humanos, la misma crisis y falta de oportunidades, ha generado la migración de ciudadanos venezolanos que han optado por delinquir.
La Policía Metropolitana, reveló que hasta el mes de mayo en Santa Marta, han sido capturados 103 migrantes de Venezuela por diferentes delitos contemplados en el Código Penal de Colombia.
Entre 2009 y 2018 han asesinado 706 extranjeros en el país, según estadísticas de Medicina Legal que indican que el año pasado fue el más violento con 300 muertes.
Los ciudadanos venezolanos son, por cuenta de la crisis migratoria, las mayores víctimas mortales con 513 casos en esos diez años, es decir el 72%.
LOS SEMÁFOROS ESTÁN LLENOS
En cada esquina de las principales avenidas de Santa Marta, preferiblemente en los semáforos, es común ver personas que, bajo el incesante sol, buscan la forma de conseguir para el sustento de sus hogares.
Varios se autodenominan los “guerreros de la calle”, algunos de nacionalidad venezolana, otros provenientes del interior del país, pero todos guardan en común un arma que los hace fuertes, las ganas de salir adelante.
Es usual verlos con bolsas de dulces, algunos con trapos e instrumentos para limpiar vidrios, otros con pelotas y machetes para hacer malabares, todos vestidos con camisas manga largas, con gorras para protegerse del fuerte sol, unos chavitos para la agilidad a la hora de correr a la cebra y al momento de cambiar el semáforo irse a la orilla.
La mayoría hoy estigmatizada por malos comportamientos y agresiones contra algunos ciudadanos y entre ellos mismos, algunos deben lidiar con que las personas los ignoren y hasta algunos sientan desprecio contra ellos.
En las calles de la ciudad, en plena Avenida del Ferrocarril con Avenida de Los Estudiantes, es usual ver a Rodrigo Gómez Lara, un ciudadano venezolano que desde hace más de un año reside en Santa Marta y hace más de 10 meses trabaja en los semáforos.
Rodrigo y su esposa limpian vidrios en los semáforos de Santa Marta. Bajo el sol y sin ningún tipo registro para recibir ayuda del estado en salud o educación para sus tres hijos; sobreviven en un país que les abrió las puertas después que, en el suyo, se quedaron sin nada.
Casi como un equipo de Fórmula Uno, Rodrigo y su mujer Sandra Cristina deben limpiar vidrios de los carros, “los que aceptan, porque algunos odian que nos acerquemos”, luego pasar por cada uno de ellos a pedir las monedas que algunos quieran brindarles.
EL SEMÁFORO ES UN BUEN NEGOCIO
SANTA MARTA AL DÍA habló con el limpiador de vidrios y este manifestó que hay días que logra recoger hasta $70 mil con los que mantiene a su esposa y tres hijos.
“La clave está en ser muy respetuoso y cordial con las personas, una vez limpié todos los vidrios de una camioneta y el conductor me regaló 50 mil pesos”, manifestó que ha logrado sobrevivir con este oficio en un año ya que completa en la capital del Magdalena.
Este venezolano asegura que trabajar en cualquier otro oficio en esta ciudad no es rentable. “Por ser venezolano quieren pagarle a uno cualquier cosa y explotarlo, mientras aquí soy mi propio jefe, en ocasiones mi esposa me apoya con un pañuelo y también limpia o cuida carros y un día logramos producir hasta $100 mil juntos”.