Desde “no sea tan sapo, tan lambón”; hasta “que vivan los locos”, son de las frases que eran celebradas por sus seguidores al verlo en tarima.
“A más nadie le celebraba uno sus locuras, solo era a Diomedes y aunque muchos periodistas quisieron criticarlos, ninguno pudo cambiar la forma de ser del más grande artista vallenato de todos los tiempos”, con esa frase, William Fierro, periodista y expresentador de Jorge Oñate, recuerda a Diomedes Díaz Maestre.
El locutor radicado en Santa Marta, pero criado en Bosconia y El Difícil, vio cómo Diomedes dio sus primeros pasos en la música, pero también cómo su forma de ser irreverente, lo puso en varios problemas y ganar muchos seguidores en la música. Daniel Murcia, empresario de Santa Marta, asegura que “era muy tranquilo, no todo el tiempo estaba diciendo locuras, ni groserías, él mismo decía que solo hacía lo que el público quería ver de él”.
William García, locutor ‘vallenatologo’ asegura que una parranda “sin una salida jocosa, un comentario, o un regaño a sus músicos, no era una fiesta de Diomedes”.
Lo auténtico lo llevó a decir cosas como, “vivan los mongólicos a la hora de saludar a un niño especial; vivan los locos, cuando subió en tarima a un hombre con problemas del habla, y hasta le dio un consejo a una niña invidente, a que no se apenara por estar ciega, pues el mundo no tenía nada bueno que ver.
Diomedes Díaz también fue testigo de varias riñas que se presentaban en los conciertos, donde incluso aconsejó a las personas a hacer el amor y no la guerra.
Unas frases inolvidables
Aunque no fueron completos sus estudios, como cantó en El Profesional, Diomedes Díaz se dio a conocer por su talento, por canciones llenas de sentimiento… pero también por frases salidas de su inteligencia natural. En canciones grabadas en estudio, saludos, casetas, fiestas privadas, entrevistas y versos de piquería, el cacique dejó un legado de dichos reflexivos, jocosos, picarescos, pero sobre todo impregnados de filosofía popular.
Le salían, espontáneamente, algunos alabando a sus acordeoneros, a su fanaticada, mimos para su familia, para las mujeres. Otros eran dardos contra sus contenedores musicales y por supuesto, unos salidos de tono.
Algunas de sus frases memorables, más allá de las que dijo sobre la muerte, en la entrevista con el también fallecido Ernesto McCausland: “no sé, Ernesto, no sé; no perdamos más tiempo, porque la demora me perjudica”. Las frases “se las dejó ahí”, “¡con mucho gusto!”.