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Editorial

El reto de la educación en una ciudad con otros problemas estructurales

De acuerdo con la UNICEF al menos 1 de cada 3 escolares no tuvo acceso a la enseñanza a distancia durante el cierre de las escuelas.

Terminó el calendario escolar 2021 y aun con la preocupación del COVID-19 los estudiantes de los colegios públicos de Santa Marta se preguntan sobre su futuro en la academia. Van 2 años en los que con tropiezos e interrupciones se ha cumplido con los currículos académicos, dejando sabores y sin sabores en los estudiantes que piden a gritos las aulas, escenario propio para el desarrollo de las clases.

Volver o no volver, ahí ha radicado el dilema de los padres de familias que se polarizan a la hora de decidir sobre el retorno a los salones, para algunos regresar nunca será oportuno a pesar de las vacunas y para otros, hay una tardanza en el distrito para implantar la nueva normalidad escolar.

Para la Unicef la pandemia ha arrebatado de sus aulas a casi 77 millones de niños alrededor del mundo, provocando una crisis educativa en entornos donde la actividad social en restaurantes, salones y gimnasios están permitidas mientras que algunas sedes de colegios todavía no han sido acondicionadas. Esta entidad internacional precisa que al menos 1 de cada 3 escolares no tuvo acceso a la enseñanza a distancia durante el cierre de las escuelas por las condiciones socioeconómicas de sus familias.

En Santa Marta la situación camina enclenque, pues, de 73 instituciones educativas oficiales, incluyendo 3 megacolegios y más de 185 sedes, solo 35 terminaron con presencialidad, mientras que las otras 38 instituciones siguieron en modalidad virtual en medio de las quejas por la falta de internet y el regular funcionamiento de los puntos wiffi que instaló la alcaldía en ciertos barrios de la ciudad. “No habían condiciones para que se abrieran esos colegios”, decían los sindicatos de educadores y las mismas autoridades locales.

Y además de la falta de conexión de los alumnos se suma la deserción escolar, un fenómeno que creció con la pandemia ya que siempre ha existido ligado a factores como la guerra y la pobreza, pero esta vez la comunidad académica está dispersa y preocupada notablemente por un virus que asesina sin piedad. Según el programa ‘Santa Marta Cómo Vamos’ en la ciudad un total de 6.431 niños desertaron en el año 2020.

Deserción versus falta de conectividad los principales desafíos y fantasmas que persiguen a las 258 escuelas públicas, sin contar la propia situación de los planteles privados, de ellos la mayoría terminaron en la presencialidad o por lo menos manifestaron su intención de hacerlo.

Se aproxima un nuevo año y el panorama que se vislumbra no es alentador, según el Ministerio de Salud el 60% del territorio del Caribe está cobijado por la variante Delta, la ciudad está en ‘Alerta Naranja hospitalaria’ por aumento de casos de coronavirus y ni qué decir de la amenaza internacional de Ómicron, otra pata que le sale al gato en esta terrible noche de la pandemia.

Y los retos para este campo no deben ser asumidos solo por la Secretaría de Educación, en Santa Marta se requiere que tanto maestros  como estudiantes se pongan la camiseta de la bioseguridad para prevenir infecciones en las aulas, situación que se ha presentado en colegios como la IED la Industrial y en el colegio departamental de El Retén, por ejemplo.

Pero de igual forma los padres de familia tienen que entrar al proceso pedagógico, tienen que saber que su labor no es solo reclamar el boletín o el informe de notas, sino que su responsabilidad en la educación de sus hijos es inalienable, exclusiva e intransferible.

Los Secretario de despacho hacen hasta donde sus competencias les permiten pero hacer que los estudiantes aprendan es un deber de la familia por tanto, los profesionales del futuro está en manos del amparo doméstico, así que si a alguien le debemos reclamar por la poca eficacia de los médicos, abogados, arquitectos, del mañana será a los padres y a los docentes, porque la culpa tanto para el éxito como para el fracaso es 50 y 50, o sea, compartida, aplicando la misma fórmula también para los universitarios. La educación necesita una vacuna para el 2022.     

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