¿Qué pasa cuando lo imposible se hace posible?, ¿Cuándo el sueño más grande se cumple? A veces la respuesta no es otra que la ceguera o la incapacidad para reaccionar, sobre todo, cuando la fantasía es solo la escenografía de una pesadilla.
Eso es lo que queda después de ver el documental ‘Leaving Neverland’, que precisamente estrena hoy su primera parte en HBO, a las 6 p.m. (la segunda va este domingo, a la misma hora) y que ha resonado de manera brutal en todo el contexto del entretenimiento, al hacer una minuciosa radiografía del abuso sexual infantil contado desde la óptica de dos víctimas: Wade Robson y James Safechuck, quienes aseguran haber sido víctimas de Michael Jackson.
El solo impacto de esa confesión es como una patada en el pecho para millones de fanáticos y conocedores del legado del gran artista estadounidense, considerado como el ‘Rey del pop’.
Las reacciones y acciones directas no se han hecho esperar. Miles de fanáticos se rasgan las vestiduras y acusan a Robson y Safechuck de aprovecharse de la situación, de querer sacar un provecho económico y de reaccionar tarde, después de haber dado apoyo al propio Jackson en otras épocas cuando tuvo que enfrentar acusaciones del mismo tipo.
Por otro lado, la radio canadiense ya tiene fuera de su programación los éxitos del cantante y la serie ‘Los Simpson’ decidió sacar de su catálogo un episodio en el que apareció Jackson. Muchos de los que ya vieron el documental siguen lidiando con el conflicto de adorar el legado musical de un artista y de encontrarse con una faceta humana y retorcida que revela ‘Leaving Neverland’.
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Una decisión personal y muy difícil frente a un documental que apaga los brillos de una estrella indiscutible y pone en la mesa una discusión acerca del silencio de una industria del entretenimiento, que cada vez deja ver cicatrices en las que se nota una apología al poder desmedido y la explotación de otras personas.
Celebridades como Michael Jackson se endiosan y multiplican su mensaje como modelos de una sociedad que los necesita, que pueden recibir algo de ellos: música, alegría, aspiraciones o, como en el caso de Wade Robson y James Safechuck, una amistad tan profunda y una bienvenida a un mundo de riqueza y sueños cumplidos, pero a un costo muy alto.
‘Leaving Neverland’ decide ir soltando cada detalle de una manera tan explícita y demoledora que la reacción sobrepasa el asombro.
Su formato es tradicional: imágenes de archivo, testimonios de los implicados y un montaje que cumple con ese objetivo de tocar ciertas fibras, mientras lleva al espectador a descubrir un presunto modus operandi del artista, en el proceso de acercamiento que tuvo con los protagonistas del documental.