¿Quién lo creyera? Este es el capítulo más delicado de la Guerra Fría, la cual jamás finalizó. Cuando cayó la cortina de hierro, se reunificó Alemania y se desintegró la URSS, se creyó que el mundo podría respirar aliviado, pero no. Tan solo en 30 años, los altibajos diplomáticos entre la Casa Blanca y el Kremlin, entre Washington y Moscú, se mantuvieron, con diversas escaramuzas, que demostrarían a la postre que la puja por la supremacía mundial estaba latente y cada vez con más vehemencia, incluso con nuevos actores.
Cuando en medio de una entrevista, Christine Amanpour le preguntó al Presidente de Rusia, Vladimir Putin, su opinión sobre lo que él consideraba la peor noticia política del siglo XX, el líder, sin pensarlo dos veces le respondió a la entonces reportera de CNN, que el peor desastre, fue la “dispersión de la Unión Soviética”. Desde allí, quiénes seguimos el juego de la geopolítica mundial, como simples aficionados, entendimos que el exespía de la KGB, cinturón negro de judo, de rostro adusto y cara de perro rabioso, la tenía bien clara: En algún momento tendría la oportunidad de recomponer el mapa de Europa del Este, por la fuerza. La oportunidad llegó.
Después de las guerras de Osetia, el apoyo al régimen de Siria, la fuerte solidificación de los lazos con China, la anexión de Crimea, al sur de Ucrania, el hijo de Putin, considera que es el momento para dar el golpe.
Atacar a Ucrania, después de Rusia, tal vez el satélite más poderoso de la antigua tierra bolchevique, es la obsesión del premiere ruso.
En este escenario, Estados Unidos y la Otán tienen la misión de evitar que el grandísimo hijo de Putin, consuma su accionar demencial, robustecido en el potencial bélico de misiles SS-20 y los avanzados sistemas Iskander, todos enriquecidos al 95 por ciento con cabezas de uranio y plutonio, artillería con la cual quiere intimidar a Europa del Este y al mundo.
Aunque una persona armada afirme ser cuidadosa, paradójicamente lleva germinando en su interior el deseo de disparar, y el anhelo visceral de Putin y compañía, es el de invadir a Ucrania.