La Organización Internacional del Trabajo ha sugerido que en el país los salarios deben ser diferenciales para las regiones.
La discusión del salario mínimo para el 2022 no se extendió mucho tiempo como venía ocurriendo en años anteriores, pues, centrales obreras, empresarios y el gobierno acordaron que el reajuste debía ser de 10.07%, que en términos monetarios se traduce en $1 millón de pesos sin incluir el auxilio de transporte. No obstante, los expertos han analizado otras variantes de ventajas y desventajas para la economía dependiendo las regiones.
El economista y docente de la Universidad del Magdalena, Jaime Morón, indica que el reto para un país con altas desigualdades y desniveles en la competitividad de las ciudades y regiones, el sueldo mensual del trabajador no debe desconocer estas condiciones ni tampoco el papel de las empresas en la dinamización de la economía toda vez que, sumando los parafiscales, el empleador paga 0.5 más del valor total del salario.
“Me uno a la Organización Internacional del Trabajo (OIT), quien ha venido recomendando a Colombia que debe haber un salario mínimo diferencial por regiones, dado que no debe ser el mismo para una persona que vive en Bogotá, con su nivel productividad, que el de alguien que vive en Santa Marta o el Chocó.
Además, si no se toman incentivos para el mejoramiento del enganche laboral para las empresas, lo más probable es que exista un éxodo de mano de obra formal a informal dado que la economía colombiana no se ha reactivado en su totalidad”, expresó Morón.
De acuerdo con cifras del programa ‘Santa Marta Cómo Vamos’ en su encuesta 2021 de calidad de vida de cada 100 samarios que dicen laborar, 62 se dedican a actividades informales. El desempleo juvenil también es otro de los problemas que enfrenta la ciudad, donde 26 de cada 100 jóvenes que buscan empleos dicen no haberlo encontrado. Estos y otros tópicos hacen del territorio un punto de análisis particular para el reajuste anual del salario.
El analista en economía también esboza que en el marco de una economía que sobrevive del 50% del comercio y el turismo, también se enfrenta a altos índice de informalidad, el cual afecta a más del 90% de las empresas que tiene su nicho de bienes, productos y servicios en Santa Marta.
“Uno de los costos que se generan del aumento del salario mínimo es que se encarece la generación de empleo formal. Beneficia a todos aquellos que están en la formalidad, pero de cierta manera castiga a los que se encuentran en la informalidad. Lo que sí es cierto es que no hay un salario ideal, pero sí debiera existir uno diferencial.
Miremos Barranquilla, Cartagena y Santa Marta, miremos la calidad de vida de estas 3 ciudades ¿Cuál tendría la capacidad de pagar un salario mínimo de $1 millón 500 mil? Dudo que Santa Marta lo pueda lograr. La discusión del pago que se hace desde Bogotá, se debe replantear”, sostuvo el académico.
Por último, Morón señaló que para que se acaben los cuellos de botellas como las brechas laborales entre hombres y mujeres, la falta oportunidades para los jóvenes, como política de choque se debe proponer el salario diferencial también por género y edades.