Recorridos de pocos kilómetros en mototaxis que antes costaban $2 mil pesos hoy valen $3 mil y hasta $3.500, generando un impacto en el bolsillo de la ciudadanía.
El 60% de las economías informales que se apoderan de Santa Marta también tiene su nicho en el transporte y no precisamente solo en quienes cuentan con un carro particular y salen a las calles a hacer colectivos, situación que en la ciudad muy poco se ve pero sí ocurre. Me refiero concretamente a los samarios que hicieron de la motocicleta un medio de subsistencia, una especie de modus vivendi, particularmente para personas de estratos 0 y 1 de barrios periféricos; aunque para decir verdades hoy cualquiera como moto puede ser mototaxista.
Según la Secretaría de Movilidad al cierre del 2020 en el distrito están matriculadas 35.205 motocicletas, por lo que se cree que por lo menos 28 mil, incluyendo los vehículos registrados en otras dependencias de tránsito del país pero que ruedan en esta capital, son utilizadas para el mototaxismo, la puerta de salida para los desempleados cuya tasa se aproxima al 15.4% y para quienes teniendo las capacidades académicas optan por dedicarse a este oficio, los jóvenes. Y más allá de cualquier fin inclusivo el mototaxismo también ha terminado empleando a mujeres.
Pero más que hablar de la naturaleza de este transporte, que se ha vuelto público y que hace parte de la solución para quienes el bus no le sirve porque no pasa por donde conviene o para quienes la carrera de taxi le parece muy costosa, es importante discutir cómo logran regularse los precios de cada recorrido. A diferencia de los transportes aprobados por la ley que se fija el valor de los pasajes mediante decretos administrativos, ¿Cómo hacen estos para generar tarifas estándares? Porque de supuestos precios bajos ahora quieren cobrar como si fueran formal.
Recorridos de pocos kilómetros que antes costaban $2 mil pesos hoy valen $3 mil y hasta $3.500, generando un impacto en el bolsillo de la ciudadanía. Pareciera que el nivel de medición para estas decisiones fueran el cobro que hacen los taxis y buses; como quien dice: “si ellos pueden, ¿Por qué nosotros no?”. Y como todo sube incluyendo la gasolina, el Soat y los repuestos de las mismas motos, se comprende el aumento escalonado, pero de una forma inescrupulosa y despiadada es una falta de respeto con la ciudadanía.
Y mientras el servicio público colectivo y particular reclama para que el mototaxismo sea controlado por las autoridades, este se enquista y gana más terreno, tanto que existen industrias, empresarios con 20 y hasta 30 motos, recibiendo $400 mil y $600 mil pesos diarios por el alquiler de estos vehículos a terceros con necesidad.
Según el mismo gremio de mototaxistas, ni la misma alcaldía sabe cuántos son en realidad porque los censos quedan en el papel y las políticas de reconversión laboral, no pasan de las promesas. “No es del gusto de nadie pasar 9 y hasta 10 horas sentado en una moto, exponiéndose a la situación de inseguridad de la ciudad. Lo hacemos por el compromiso con la familia, para tener algo que llevarles para la comida”, me dijo un mototaxista.