Sin importar el temor de sus familiares o el de ellos mismos por contagiarse, uniformados de la Policía patrullaban las calles para proteger la vida de todos.
Mientras que los ciudadanos buscaban refugiarse en sus casas por la llegada del coronavirus en Santa Marta, un virus que venía atormentando a las grandes naciones del mundo, el personal de la Policía Nacional patrullaba las calles de la ciudad, sin importar el temor de sus familiares o el de ellos mismos de contagiarse.
Los establecimientos comerciales cerraron, las calles se tornaron solas y sin ruido, toda una ciudad había frenado su ritmo, no había motos, carros, ni trancones, todo estaba bajo un silencio y soledad que hacían sentir que Santa Marta era una ciudad fantasma.
Tan solo el sonido del mar era la prueba que la ciudad dos veces santa estaba en un cierre sin fecha de apertura, lo único que se sabía era que los ciudadanos tenían que permanecer en casa, mientras que los patrulleros recorrían la ciudad.
Y es que, para los policías la pandemia ha sido una situación atípica para la que no estaban preparados, fue una realidad en la que aprendieron más sobre el valor social y comunitario. Les tocó aprender y desaprender cada día porque el único objetivo era proteger a los ciudadanos del virus y la inseguridad.
A través del departamento de Prevención y Educación Ciudadana, la Policía Metropolitana de Santa Marta acompañó a muchas familias samarias que en medio de la zozobra por la cuarentena estricta intentaban sobrevivir junto con sus seres queridos.
Sin embargo, no siempre fue así, los uniformados también tuvieron que enfrentar el desacato de las medidas decretadas por las autoridades distritales, las malas palabras de las personas que por temor buscaban responsabilizar a alguien de la difícil situación que afrontaban; el decirles no a las personas que buscaban entrar a un supermercado porque no correspondía con lo establecido en las normas fijadas.
El acompañar a las personas que no podían desplazarse a sus hogares porque no tenían cómo hacerlo por la falta de transporte público, el proteger a los ciudadanos que decidían salir a hacer deporte en los principales escenarios deportivos de la ciudad.
Porque sin importar que tan alto o bajo estuvieran los contagios o la ocupación de las camas UCI en la ciudad, estos hombres y mujeres, miembros de la institución, tenían como único objetivo proteger la vida, la seguridad y el bienestar de todos los colombianos.
Era su deber y obligación como uniformados de la Policía Nacional, pero lo que muchas personas ignoraban es que detrás de uniforme, había un hombre, una mujer, con una familia que los esperaba en casa.
Para el intendente Yeison Silva, una de las situaciones difíciles para los uniformados como para cualquier ciudadano que laboraron en medio de una cuarentena estricta, eran el miedo de contraer el virus y contagiarlo a sus seres queridos.
“Cuando llegamos a la casa nuestros hijos quieren abrazarnos, pero tenemos que decirle espérate hijo, ya te saludo, porque primero debemos aplicar todos los protocolos de bioseguridad”, dijo el intendente Yeison Silva.
Un año después de la llegada de la pandemia del Covid-19 a Colombia y más de seis meses de la reactivación económica, para estos uniformados sigue siendo un trabajo de compromiso y amor al país, porque ellos, al igual que todos los ciudadanos, viven con el temor de contagiarse, enfermarse y morir a causa del coronavirus.
Es por ello, que la Policía Metropolitana de Santa Marta invitó a los ciudadanos de esta ciudad, a seguir comprometidos con el autocuidado, siendo este un trabajo en equipo que requiere responsabilidad de todos, ya que el virus se puede derrotar estando en el mismo equipo, no bajando la guardia y seguir implementando los protocolos de bioseguridad y evitando la indisciplina social.