William Dau, hoy alcalde electo de Cartagena, tuvo que huir hace muchos años de su ciudad porque lo amenazaron de muerte. Y lo hicieron por sus campañas implacables y rigurosas contra la corrupción. Esas acciones de lucha, a través de medios, lo convirtieron en el primer ciudadano que logró, con sus denuncias, la destitución de un alcalde.
¿Quién es William Dau? Un cartagenero descendiente de una familia libanesa y que debió refugiarse durante muchos años en Estados Unidos, nación que le dio asilo para salvarlo de la muerte. Estudió derecho ambiental en la Universidad de Columbia, pero siempre tuvo en mente regresar a Cartagena para luchar contra la corrupción.
Sus días transcurrían mientras estudiaba y adelantaba, trabajando por redes en investigaciones sobre corrupción. Hasta que un día decidió renunciar a toda su comodidad en Nueva York y regresar a Cartagena para luchar contra la corrupción. Fue su bandera electoral. Solo tuvo la ayuda de las redes sociales. ¡Y ganó!
¿Cómo es que usted, sin grandes recursos y sin una gran campaña, básicamente con redes sociales, logró ser elegido alcalde de Cartagena?
Yo creo que recogí el sentimiento del pueblo; todos están hasta la coronilla de la corrupción, de la pobreza; el pueblo no aguanta más hambre, es una verdad a gritos que Cartagena está cada día peor, y todo el mundo sabe que estamos sentados en un polvorín; que si no se hace algo, va a reventar una revolución sangrienta que nadie quiere. Pienso que toda Colombia está despertando, y en Cartagena no había reacción antes porque no se había presentado un luchador contra la corrupción en el grado que lo he hecho; yo he puesto la cara, el pecho y hasta mi vida en juego; no es que yo quiera morir, pero si es el caso, daría mi vida para sacar a los malandrines del poder. La gente lo reconoció, y por eso me respaldó. Nadie se atrevía, porque a quien hablaba lo mandaban a matar. Yo pude iniciar mi campaña desde Estados Unidos en enero de 2017.
¿Por qué desde Estados Unidos?
Es que yo me fui desde hace 15 años, huyendo de amenazas y atentados de muerte por mis actividades como fundador y director de la corporación Cartagena Honesta, veeduría ciudadana contra la corrupción.
¿Veeduría ciudadana?
Sí. Yo actuaba como veedor ciudadano y, entre otras cosas, soy la única persona en la historia de Cartagena que ha logrado la destitución de un alcalde: saqué a Nicolás Curi, en su segundo mandato. Él compró por 900 millones el 5 por ciento de una empresa de papel llamada Caribetel; el procurador era el doctor Jaime Bernal Cuéllar, quien fue profesor mío de derecho penal en la Universidad del Rosario. La investigación culminó en que la Procuraduría le impuso una sanción pecuniaria, una destitución retroactiva, y le declararon la muerte política por 10 años.
Entonces me amenazaron de muerte, y tuve que irme a Estados Unidos, en donde me concedieron asilo. Después de haberme ido, Curi logró que le revocaran la muerte política, se lanzó como alcalde y fue elegido nuevamente. Pero en el entretanto, antes de recibir el asilo, viví situaciones difíciles.
¿Como cuáles?
Fui a la embajada por la visa, y me la negaron. Pregunté por qué, respondieron que, como la actividad que yo desarrollaba era muy peligrosa, “pensamos que usted se va a quedar de ilegal”. Claro que esa no era mi intención. Regresé a Cartagena, y el embajador de Estados Unidos me había enviado una carta en la que me felicitaba por la magnífica labor combatiendo la corrupción. Cosas de la vida. Después de eso pedí la visa en varias ocasiones, y me la seguían negando.
¿Y entonces?
Dentro de mis denuncias sobre corrupción, yo investigaba un proyecto financiado por el Banco Mundial por 85 millones de dólares. Y descubrí que el representante del banco era un bandido; yo enviaba cartas a la Facultad de Leyes de la Universidad de Columbia para ver quién me ayudaba, y unos estudiantes de la Facultad de Derecho decidieron apoyarme. La representante del Comité de Inspección del Banco Mundial, que estaba investigando la denuncia junto con un profesor de la universidad para sacarme del peligro, me extendió una invitación de la Facultad de Leyes para ir como investigador invitado a Columbia.
Con ese sello, la embajada no me la podía negar; me concedieron una visa especial para ir como investigador invitado por la Universidad de Columbia.
¿Pero la visa suya era transitoria?
Sí, señor. Pero yo obtuve la ciudadanía americana.
¿Y cómo lo logró?
Después de cinco años de residencia, uno puede solicitar la ciudadanía. Y, ya como ciudadano americano, regresé a Cartagena. La única razón por la que no me han matado es porque soy ciudadano americano. Con los gringos no se meten. Dejé la vicepresidencia de una prestigiosa entidad financiera en Nueva York para venir a meterme en un cuchitril en el pasaje de Getsemaní, con las paredes cayéndose.
¿Qué lo motivó a tomar semejante determinación?
Por amor a Cartagena. Comencé la estrategia de denunciar la corrupción en 2017 a través de mis redes sociales, pero desde Estados Unidos. Si lo hubiera hecho en Cartagena, ya no estaría vivo. En Estados Unidos no me podían matar; entonces comencé a investigar y denunciar. Investigaba en las redes sociales todos los contratos, y eso fue gustando entre la ciudadanía. La gente empezó a enviarme información a mí, porque confiaban más en un cartagenero activista anticorrupción de Nueva York que en las autoridades en Colombia, y porque si hubieran presentado la denuncia, era una muerte segura.
Me enviaban la información, y yo cotejaba y confirmaba si era cierto; cuando confirmaba, yo presentaba la denuncia, la mandaba por correo certificado y hacía mucha bulla en redes sociales. Los malandrines no les temen a las autoridades porque la mayoría comen del mismo plato. Pero a lo que sí le tienen miedo es al escarnio público, y eso era lo que yo hacía por internet.
¿Usted regresa a Cartagena y qué hace?
Me puse a investigar. Y mire lo que encontré: habían destinado 400 millones de pesos para entrenar a 40 entrenadores de fútbol. Jamás lo hicieron. Otros 400 millones, para defender los derechos de la comunidad LGBT, y nadie de la comunidad LGBT sabía nada. Fuimos a la Cámara de Comercio, y casi todas las fundaciones sin ánimo de lucro que contrataban con Cartagena tenían direcciones ficticias.
¿Desde cuándo existe semejante corrupción en Cartagena?
Siempre ha existido, pero se puso peor desde la Constitución del 91. La elección popular de alcaldes y gobernadores fue foco de corrupción. Antes le daban el 10 o 20 por ciento al gobernante por un contrato. Hoy le dan el 10 por ciento a alguien para que preste su empresa y su nombre, y se quedan con el 90 por ciento restante. La clase política roba, incluyendo muchos senadores, representantes, alcaldes, gobernadores. Nómbrame un congresista de Bolívar que sea honesto.
¿De cuál de las dos Cartagenas va a ser alcalde? ¿De la turística o de la pobre?
De las dos. Con especial énfasis en el ciudadano de a pie. Ese sector siempre ha sido el más ultrajado, el que más sufre. Sin plata para educación, salud.
¿Por qué decidió abandonarlo todo y volver a Cartagena?
Por amor a Cartagena y porque me hice una promesa a mí mismo de que esos malandrines, corruptos, no me iban a ganar, y ya les quité el poder y ahora viene la parte más jodida, que es tratar de gobernar. Obviamente, ellos van a seguir peleando porque se roban el 70 por ciento del presupuesto público; esa es una cifra que jamás nadie en Cartagena se atrevió a cuestionar, el 70 por ciento del presupuesto público se lo roban, y eso equivale a 1,2 billones de pesos al año. Se lo roba la clase política cartagenera. Jamás se han atrevido a contradecirme, y esa no es una tetica que ellos van a soltar así no más. Ya están calumniándome y me están atacando. A raíz de mis denuncias, muchos contratistas huyeron. Algunos, fuera del país.
¿Cómo hará para garantizar que la gente que lo rodea sea honesta?
Eso es duro, porque yo soy nuevo en esto. Yo voy a conformar mi equipo por meritocracia. Todo cartagenero puede presentar su hoja de vida. Para suplir mis debilidades y falta de conocimiento de algunos temas de ciudad, porque he vivido muchos años afuera, nombraré a una gerente de la ciudad que administre el día a día, para yo dedicarme a cosas un poco más grandes.
¿La gerente quién es y qué hará?
Ella tendrá que apagar los incendios del día a día. Ir al concejo a pelear los acuerdos. Es la única persona en la que yo confío para esos temas, pero prefiero no dar su nombre aún, hasta que me responda. Es una persona muy conocida.
¿Usted mientras tanto se dedicará a qué?
Cartagena se sigue manejando como un pueblo. Hay que dejar atrás esa mentalidad y convertirla en una ciudad moderna, como ciudad cosmopolita que es. Todo el planeta conoce o ha oído hablar de Cartagena; voy a situarla como uno de los grandes destinos turísticos del mundo. Y me dedicaré a erradicar la pobreza. Haré una cantidad de obras, sin ladrones. Buscaré y conseguiré la financiación para ellos, traeré inversión extranjera y generaré más mano de obra.
¿Qué es lo primero que usted hará como alcalde de Cartagena?
Medidas para superar la pobreza. El pueblo ya no aguanta más hambre ni más pobreza, la gente no puede seguir acostándose sin comida. Eso se va a acabar. Mi plan de choque contra la pobreza es la inversión en la gente que no tiene nada, toda la plata que nos vamos a ahorrar eliminando la corrupción en todos contratos. Van a costar menos de la mitad. Quiero irrigar cantidades masivas de dinero entre los sectores más vulnerables de la ciudad de Cartagena, que es donde existe el desempleo y mayor índice de inseguridad, que van de la mano. Que no haya un solo ladrón. Ni ricos ni pobres. Voy a trabajar en la limpieza y recuperación de los caños y canales, reforestar La Popa, recuperar la ciénaga de la Virgen.
¿Reformará los contratos?
Por supuesto. Ni un contratista de estos sinvergüenzas como los que trabajan actualmente, que les pagan una miserableza a los trabajadores para llevarse sus utilidades para Barranquilla o Bogotá. Habrá medidas para que la plata que genere Cartagena se quede y se invierta en Cartagena. Los pobres no pueden seguir siendo mendigos o hampones. Habrá colegios gratis y útiles escolares gratis. Lo bello de eso es que la plata no queda estancada, sino que se va creando una microeconomía en todo barrio popular, porque las personas necesitan comer y eso estimula la tienda de la esquina.
Y habrá el tipo que arregla la moto, la costurera, la que arregla las uñas, la fritanguera, y comienza a circular la plata en el mismo barrio, y eso no solo beneficia a los miles de empleados que vamos a contratar directamente en la alcaldía, sino a todo el mundo, porque se va generando un sentido de pertenencia en la comunidad. Barrios aseados, que los habrá con los barrenderos que contrataré. Obviamente, eso tiene que ir acompañado de arreglar los puestos de salud y los colegios, arreglar las calles y permitir acceso a servicios públicos; el plan inicial de choque es contratar la mano de obra. Yo creo que la única que supera a Cartagena en pobreza es Quibdó.
¿Y el Gobierno central?
Quiero mantener una buena relación con el Presidente de la República, y le cuento una anécdota: después de elegido, la noche siguiente me llamaban y llamaban desde un número. Marcaban insistentemente, y dije: ‘Vamos a ver quién está jodiendo tanto’, y cogí el teléfono de donde me estaban marcando y me contestó una señora, y me dijo: ya le paso al Presidente de la República.
Me saludó y me felicitó, y luego de ofrecerme varias veces apoyo y ayuda en lo que necesite para Cartagena, le di las gracias y pensé: ‘Entonces le voy a coger a la caña’. “Señor Presidente, ruego su ayuda para sacar de la ciudad a Juancho García, a William Montes, a la ‘Gata’, a Vicente Blel, al ‘Turco’ Hilsaca y a todos los políticos. Usted ya conoce mis intenciones”. Y nos despedimos.
Tomado de la entrevista de Yamid Amat para El Tiempo