
Por: Yuraimi Fernández Juvinao- Pluma Azul
Me encontraba en la biblioteca de siempre, tenía mis audífonos puestos mientras disfrutaba de la lectura. Este era mi refugio, acá no había miedo, no había dolor, solo otro mundo en el que podía escapar. Ojalá la vida fuera como los libros de romance, con sus momentos difíciles, pero con ese final en el que dices “valió la pena todo sacrificio”, en el que una lágrima resbala por tu mejilla haciéndote saber que fue una gran historia, que es un gran amor… ojalá así hubiera sido la mía. Vivía en la piel de los personajes, sufría y reía con ellos. La angustia me invadía cuando uno de ellos lo sentía, yo era una más del libro, yo también estaba ahí dentro. Alguien toca mi hombro, era la encargada, me sonreía con pena. Ya sabía lo que era, otra vez se me había ido el tiempo, quité uno de mis audífonos.
–Lo siento–dije con una sonrisa en modo de disculpa.
Empecé a guardar todo y puse el libro en su lugar. Ya era de noche, el frío azotó mi rostro. Miré hacía el cielo, la nieve caía… me cubrí bien con la chaqueta y suspiré, era el clima perfecto. Hoy quería caminar, volví a poner los audífonos, la música llenó por completo mis oídos. Miraba a mi alrededor, veía a parejas compartir sonrisas, otros caminaban solos… carros pasaban, bajé la mirada. En estos momentos estuviera caminando de la mano de él. Una punzada en el pecho me hizo saber que aún lo quería, que aún dolía. Sam… ¿dónde estarás Samuel?, teníamos una vida juntos, todavía no entiendo por qué tuviste que irte. Sé que era trabajo, sé que era muy lejos… pero también sé que te amaba, aún después de este tiempo lo hago. No logro entender por qué razón no pude contactar más contigo, es como si te hubieras desaparecido de este mundo, como si no quisieras que yo te encontrara. Sentí mi mejilla húmeda y la limpié rápidamente. En una esquina estaba un señor vendiendo café, me acerqué, quería algo caliente… pedí uno y él me lo dio con la mejor sonrisa. Mi corazón se sintió un poco más cálido. Si las personas supieran la magia de una sonrisa sincera, sonreirían constantemente. La sonrisa es eso, calidez. Te hace sentir algo lindo, como si todo fuera a estar bien. Bebí mi café, agradeciendo lo caliente que estaba, pues mis manos se empezaban a sentir cómodas. Me gustaba observar a las personas, las calles, la nieve, el cielo, me gustaba encontrar cosas lindas, me gustaba sentir que en algún punto iba a estar bien, que esa cruel despedida dejaría de doler, que Sam era un recuerdo bonito y que podía caminar con tranquilidad. Crucé la calle, ya casi llegaba a casa, estando a cuatro casas empiezo a buscar las llaves, me quito uno de mis audífonos y escucho mi nombre…
–Marcela–su voz volvió a mis oídos.
Levanté la mirada y sentía mi corazón a punto de salir. Ahí estaba Samuel, con sus manos metidas en su saco, Sam… el hombre que no veía desde hace dos años, el hombre con el que deseaba una vida. Él empezó a caminar hacia mí y justo por un momento creí que estaba en un libro. Que mi vida y mi amor eran parte de un libro de romance.
