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Editorial

Ni con el pétalo de una rosa

Según la Organización de las Naciones Unidas desde el inicio de la pandemia 2 de cada 3 mujeres padecieron alguna forma de violencia y  por desgracia, solo una de cada 10 recurrió a la policía en busca de ayuda.

Los abuelos decían con vehemencia, heroísmo y hasta con orgullo: “a las mujeres no se les pega ni con el pétalo de una rosa”. Era una manera poética de defender al sexo femenino, y alejado de cualquier conjetura machista, se puede pensar que era una muestra de caballerosidad y sobreprotección.

Pero aquella máxima de respeto ha ido perdiendo fuerza en una sociedad que involuciona en ética y moral, en una especie de degradación de valores, una aprobación de lo que se hace repetitivo. La violencia en contra de la mujer hoy es uno de los flagelos más comunes en el país. Se perdió la valoración de su papel en la sociedad, e incluso el mismo afán de algunos por pelear de manera fanática por una igualdad de género ha provocado un efecto contrario, han abierto paso a un igualitarismo ofensivo. Las mujeres son y serán una pieza clave para la construcción de la sociedad, no como repetía Platón y su discípulo Aristóteles, que “todas ellas son más débiles que los hombres”.

La prensa a diario presenta una radiografía de esos escenarios de asesinatos, abusos e intimidaciones en contra de las mujeres, y tal vez lo que se conoce es apenas la punta de un iceberg, son aquellas que se decidieron a denunciar, pero ¿Cuántas viven en silencio las violaciones y maltratos de sus maridos? ¿Cuántas han preferido el suicidio antes que seguir en ese enredo de golpes? Sus historias quedan en el anonimato.

Según la Organización de las Naciones Unidas desde el inicio de la pandemia 2 de cada 3 mujeres padecieron alguna forma de violencia y  por desgracia, solo una de cada 10 recurrió a la policía en busca de ayuda. Estos datos son el resultado de un estudio practicado en 13 países del mundo, entre los que se encuentra Colombia. Los hallazgos también revelaron que alrededor de una de cada 4 mujeres se siente menos seguras en el hogar.

Los datos para el departamento tampoco son nada alentadores, de acuerdo con Norma Vera, defensora de derechos humanos, Magdalena es el tercer ente territorial del país donde más se violentan a las mujeres, con una tasa de 13 feminicidios en lo corrido del año, 250 accesos carnales abusivos contra niñas menores de 14 años, 2 mil casos de violencia intrafamiliar, más de 50 feminidicios en grado de tentativa y con un subregistro de violencia intrafamiliar que supera el 50% y 90% de impunidad.

¿Hasta dónde irá a parar esta conducta? ¿Cuál será el fin? Las mujeres no son unas simples estadísticas. Es hora de pensar en rutas eficaces y seguras para atender a la población vulnerable, ¡Basta ya! de sistemas judiciales donde paradójicamente a la víctima le toca demostrar que no provocó la golpiza, ¡Basta ya! de posturas políticas que utilizan el argumento de género, equidad e igualdad solo para escalar en el gobierno, conseguir votos y ser tenidos como incluyentes y del lado del pueblo.

Dice un viejo adagio que “el que no conoce su historia, está condenada a repetirla”, pues bien, es el momento de reconstruir la memoria de mujeres cisgénero y transgénero cuyas muertes quedaron solo en el titular de un periódico, porque las entidades del Estado se les olvidó protegerlas. Y frases como “en pelea de marido y mujer, nadie se mete”, deben ser erradicadas de la jerga ordinaria, porque sin pensarlo solo con el hecho de consentirla nos hacemos cómplices de los maltratos.

Y las agresiones a las chicas trans en Santa Marta también deben ingresar al listado de prioridades para la atención y esclarecimiento de sus casos, es un  fenómeno invisibilizado que a la vez crece sin piedad. Ariadna Barros, masacrada de 58 puñaladas en su casa en Cristo Rey en junio y  Patricia Dumont, asesinada a tiros en agosto del año pasado, son los homicidios más emblemáticos de la alta exposición en la que se encuentra esta población.

Es hora de identificar cada causal de violencia en general para no acolitarla o consentirla. ¡Mujer! El hombre que te cela no te ama; el que te priva de ver a tu familia no te quiere; el que te trata como un objeto, solo busca utilizarte. No te detengas a pensar que esas son maneras particulares de expresar un sentimiento.

Estamos a tiempo de cambiar las rutas que llevamos en materia de defensa de las mujeres, aún se pueden hacer muchas cosas. Es hora que la Secretaría de la Mujer del distrito dé resultados sobre la prevención, pues, en ocasiones la línea telefónica de atención no lo contesta nadie. No esperemos que más mujeres sean asesinadas.

Y si crees que este tema no te toca, no esperes a que te toque perseguir a quien abusó o violentó a una de las mujeres más cercanas de tu círculo familiar.

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