La única medida que se conoce de Thalía Olvino es su altura: 1,78. Que sea 90-60-90 dejó de importar en el Miss Venezuela.
Esta joven de 19 años, estudiante de mercadeo, fue premiada en un certamen modesto, en el que por primera vez no se mencionaron tallas de las candidatas en un intento por celebrar una “belleza real”.
Olvino, representante del estado Delta Amacuro, vestirá en diciembre la banda de este país fábrica de reinas de belleza en el Miss Universo, que ya ganó en siete oportunidades.
“Esto lo hice con todo mi corazón y entrega”, dijo la “soberana” al recibir la corona de Isabella Rodríguez, una joven de la empobrecida barriada caraqueña de Petare, que concursará en el Miss Mundo.
En una apuesta por una “belleza diferenciada”, la organización había prometido un certamen con menos bisturí y dietas extremas, precisamente lo que caracterizó a la “fábrica de misses” por muchísimos años.
El Miss Venezuela estuvo involucrado el año pasado en un escándalo de supuesto proxenetismo y favores sexuales, que vinculó a exmisses con millonarios cercanos al gobierno.
El incidente llevó a la renuncia de Osmel Sousa, conocido como el “zar de la belleza” y organizador del evento por cuatro décadas, que siempre negó cualquier relación con la práctica.
Sousa, ahora organizador del Miss Argentina y Miss Uruguay, era un abierto defensor de las dietas y cirugías para llegar a las “medidas perfectas” 90-60-90.
No hubo medidas, pero sí desfile en traje de baño, una sección que ha sido criticada por movimientos feministas y que fue eliminada de concursos como el “Miss América” de Estados Unidos.
Mientras las candidatas caminaban en bikini por la pasarela, donde un hombre cubierto con un curioso traje de arbusto les entregaba una rosa, los presentadores cambiaron tallas por los adjetivos que usaron las candidatas para definirse a sí mismas: “centrada”, “segura”, “espontánea”, “responsable”, “amorosa”, “independiente”…