La Divina Comedia de Dante describe un nivel del infierno (la Ciudad de Dios) como “La ciudad miserable de Satanás … llena de angustia y tormento terrible”. Él bien podría haber estado describiendo muchas metrópolis modernas y yo le agrego, ciudades intermedias, con aspiraciones de transformarse.
En una entrevista reciente la escritora Piedad Bonnett dijo, que “la literatura no se nutre de las alegrías sino de las tristezas”, ésa es la postura que expresa y el telón de fondo, de los sentimientos humanos de la decisión del Señor Presidente, de recurrir a la vieja y desgastada figura del “dedazo mexicano”, encargando de Alcalde del Distrito al secretario de Transparencia, es además una ofensa a los noventa y tres mil novecientos votos depositados por los ciudadanos del territorio de la diversidad, desconociendo la solicitud del grupo significativo de ciudadanos, apoyado con su determinación a la trágica y nefasta cultura política tradicional.
El raponazo institucional, no debe convertirse en la norma de conducta de los gobernantes, que ostentan cierta dignidades, tampoco convertir a “los nombrados”, en una alternativa democrática; modelo que con el transcurrir del tiempo, ha sido desechado por autoritario y por estar cargado de un profundo déficit de legitimidad constitucional y ciudadana.
Cuando las entidades territoriales están sometidas al interés particular, a las aspiraciones oscuras de ciertos círculos de poder, a los procedimientos de una élite excluyente y profundamente tóxicas, hay una degradación de la legitimidad del estado.
El proceso de descentralización, es una conquista ciudadana y de las regiones de Colombia, que por largos años ha venido enfrentando a un centralismo asfixiante y depredador de los derechos fundamentales de las poblaciones, ese fenómeno, el intervencionismo centralista, ha impedido que los territorios empiecen una agenda autónoma de desarrollo sostenible.
Estamos asistiendo a una ofensiva centralista y monocultural a la que le incomoda la participación ciudadana, le estorba la pluralidad política y social, de allí que deteste tanto la diversidad cultural, étnica y social, aunque ésta sea un mandato constitucional.
Desconocer la participación ciudadana, los derechos de la población a elegir sus gobernantes, es una degeneración de la democracia, es un intento de imponer un modelo regresivo y monárquico.
Seguir la inveterada manera de desconocer derechos, especialmente el derecho a la ciudad anulando la carta constitucional, como sí volvieramos al mundo constitucional premoderno de 1886, en el que la población era sometida a un continuo desconocimiento de sus intereses, de sus derechos, convirtió al país y sus territorios en escenarios de la ilegalidad, la frustración de generaciones y un anti-desarrollo sostenible degradante
El derecho a la dignidad humana es una aspiración fundamental; los ciudadanos y ciudadanas tienen el deber de buscar formas civiles y pacíficas de restablecimiento de los más altos intereses de la humanidad local y territorial; sin embargo, tenemos que confesar que en este sitio, existe un diminuto grupo de ladrones de la democracia, que siempre están al servicio de la ilegalidad; convertidos en parte del círculo de confianza de los tentáculos de los capos familiares que de manera permanente inflingen dolor a la condición humana.
Veo con asombro, como unos personajes que no han tenido nada que ver con el proceso democrático local, se apoderan de forma ilegítima de la gobernanza de la ciudad; sin ningún rubor, en nombre de una transparencia que no practican, se apropian de la institucianalidad y destruyen con su proceder estrafalario los cimientos del buen vivir.
El Presidente tiene todavía un cuarto de hora para enmendar su grave error y dar marcha atrás; de lo contrario será reconocido por la historia como el mandatario que dinamizó un nuevo modelo de conflicto en el país: la rebelión de las ciudades y regiones contra el poder corruptor y centralista del Virreinato del Palacio de la carrera séptima.
La “ventana ilusionista” pintada por Banksy en el muro divisionista de Palestina e Israel y que da paso a un paraíso ilusorio, podría convertirse en un símbolo de la lucha por alcanzar la esperanza, cuando todo se nubla y oscurece.
La pregunta: “¿Para quienes?”, es ese sueño, que muchas veces se desvanece por lo frágil y líquido de su semblanza.
La humanidad ha creado tanta incomprensión y malestares, que hay momentos con deseos urgentes o incontrolables de convertir la destrucción en una necesidad creativa, como expresó Picasso.
Este fue el sentimiento que me atrapó al ver la forma de actuar de múltiples seres humanos gozando con el dolor de la gente. Es posible que estén llenos de frustraciones internas; ésa acumulación de miserias mentales los conducen al camino, de no tener camino.
Todos tenemos un pequeño espacio en nuestra psiquis, que se convierte en el escenario del lamento y del desgarramiento profundo, pero como dice Rafael Orozco, las ilusiones van por dentro para alimentar el alma.
Aabular.