El aumento de los accidentes de tránsito mantiene en alerta a las autoridades distritales. La mayoría de las víctimas son motociclistas jóvenes que mezclan licor, velocidad y descuido.
Santa Marta está corriendo a toda velocidad… pero hacia el desastre. En menos de dos años, 70 personas han perdido la vida en accidentes de tránsito y más de 500 han resultado heridas. Son cifras que estremecen y que, según la Secretaría de Movilidad, reflejan una ciudad atrapada entre la imprudencia y la falta de conciencia vial.
El panorama es desolador. Las estadísticas revelan que la mayoría de los fallecidos son motociclistas, en su mayoría jóvenes que terminan pagando con la vida el exceso de velocidad o el consumo de alcohol antes de conducir. La escena se repite una y otra vez: cuerpos tendidos en el asfalto, familias destrozadas y motocicletas convertidas en chatarra.
Entre enero de 2024 y agosto de 2025, la capital del Magdalena registró 390 siniestros viales. De ellos, 214 ocurrieron el año pasado, dejando 36 muertos y 261 heridos. Este 2025, pese al aumento de los controles, ya se contabilizan 180 accidentes, con 34 víctimas mortales y 260 lesionados.
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Las vías más peligrosas siguen siendo las mismas: la Avenida del Libertador, la Avenida del Río, la Ferrocarril, la carrera 5.ª, la 19 y las calles 22 y 30, corredores donde la velocidad, los giros imprudentes y la invasión de carriles son parte del paisaje diario.
“Todos debemos cuidarnos en las vías, por amor a nuestras vidas y nuestros seres queridos”, advirtió el secretario de Movilidad, Fidel Castro.
Desde su despacho se impulsan campañas, operativos y charlas de educación vial, pero el funcionario reconoce que la tarea no es sencilla: el cambio real depende del comportamiento ciudadano.
La semana de receso escolar agrava la situación. Se estima que más de 54.000 vehículos ingresen al Distrito, lo que implica mayor congestión, más riesgos y una exigencia superior para los cuerpos de tránsito y la Policía. Por eso, la Alcaldía Distrital reforzó los controles y lanzó nuevas campañas para recordar que detrás de cada casco, timón o volante hay una vida.
“Queremos que esta semana no deje más nombres en la lista de víctimas”, insisten las autoridades. Sin embargo, el reto es enorme. En las avenidas samarias aún se escuchan motores rugiendo y bocinas impacientes. Cada semáforo en rojo es una prueba de respeto; cada curva, un recordatorio de que la imprudencia puede ser mortal.
Santa Marta necesita frenar. No solo los vehículos, sino también la indiferencia que convierte las cifras en rutina. Porque detrás de esos 70 muertos hay padres, hijos, amigos y sueños truncados. Y si la ciudad no reacciona, cada fin de semana podría seguir escribiendo nuevas páginas de dolor sobre el asfalto.
