Los particulares testigos irrumpieron en el juicio de divorcio con una frase comprometedora.
Desplumaron la verdad. Eso fue lo que hicieron que un hombre descubre la infidelidad de su esposa gracias a dos loros demasiado elocuentes.
No fueron chismes de barrio o mensajes anónimos; fueron estos plumíferos que como testigos repitieron una frase crucial: “Mi marido no está en casa, ven”.
La pareja de loros turcos, se convirtió en los protagonistas involuntarios de un drama conyugal que hizo que las plumas volaran. El hombre engañado, que hasta entonces desconocía ser cornudo, encontró en las aves un testigo inusual pero persuasivo en su caso de divorcio.
Según los asistentes fue un espectáculo digno de una telenovela. Los loros, mudos testigos del affaire de la esposa con un segundo hombre, no tardaron en convertirse en el centro de atención del juicio. Recitaban incansablemente la frase que la esposa usaba para invitar a su amante a casa, como si fueran actores de un guion mal escrito.
Mientras la pareja humana se debatía en el tribunal sobre quién se quedaría con qué, los loros se convirtieron en el elefante en la habitación, o mejor dicho, en los loros en la sala de audiencias. Su testimonio inadvertido, aunque inusual, pareció inclinar la balanza a favor del esposo engañado.
¿El resultado final? Más incierto que el futuro de un loro en un jurado, pero seguro que incluyó un montón de plumas revueltas y miradas nerviosas entre los abogados.
Aunque las negociaciones de divorcio y la división de bienes quedan en la penumbra, se rumorea que la esposa optó por ceder a su exesposo a los loros charlatanes, prefiriendo dejar atrás ese capítulo escandaloso de su vida con plumas voladoras.
En la vida del hombre turco, la infidelidad de su esposa resultó ser un espectáculo que nadie vio venir, excepto dos loros que, sin querer, revelaron el secreto más grande de su dueña con cada frase que pronunciaban.