La periodista Lindsay Crouse fue novia durante siete años de Michael Polansky, el nuevo amor de la artista norteamericana. En este texto, cuenta cómo es compararse con una de las mujeres más famosas del mundo.
na mañana de lunes reciente estaba en mi oficina comiéndome unas uvas de la tienda de abarrotes, recargando fuerzas para revisar mi buzón de correo electrónico, cuando mi teléfono comenzó a vibrar con mensajes:
- “Revisa Facebook”. “Revisa Twitter”.
- “¿Estás bien?”.
Era una emergencia. Me enteré de que mi exnovio tenía una nueva pareja: Lady Gaga.
Ríanse si quieren (todos mis conocidos lo han hecho).
Pero era cierto. Mientras yo estaba viendo el Supertazón en Nueva York, ellos estaban acurrucándose en el palco privado que ella tiene en el Estadio Hard Rock de Miami Gardens. Los paparazzi lo fotografiaron a la salida, mientras la escoltaba con su cabello rosa flotando en el aire y lentejuelas pegadas alrededor de sus ojos.
Page Six hizo un reportaje a fondo sobre el nuevo “hombre misterioso” de Lady Gaga. Refinery29 anunció que Gaga “llevaba el nuevo accesorio más candente de 2020: un novio normal”. El reportaje apareció en Daily Mail, Business Insider y People, donde mi madre leyó sobre la pareja después de sacar la revista de la biblioteca local.
Yo había salido con este misterioso hombre normal durante siete años. Nuestra relación abarcó todos nuestros años universitarios y siguió por unos años más (en aquellos años sonaba “Bad Romance” en la radio).
A juzgar por el hecho de que probablemente nunca han escuchado hablar de mí, no soy famosa.
Así que, de repente, me quedé boquiabierta mirando a la estrella que ahora está a menos de seis grados de separación de mí, pero resulta casi inevitable.
En 2020, las redes sociales están tan incorporadas a nuestra vida que ya no son un suplemento, ni siquiera una adicción. Solo son una extensión acelerada de la forma en que los humanos siempre nos hemos comportado. Vivimos en una cultura de actualizaciones constantes. ¿Quieres cancelar tu suscripción? Pues bien, no puedes.
No sigo a mi ex en las redes sociales. Éramos “amigos” en Facebook. Luego estuvimos “en una relación”. Después de que terminamos, noté que me había “bloqueado”. Y luego cada uno siguió su camino. Yo no lo había buscado en Google desde hace siglos (se los juro), pero este mes supe todo sobre su nueva situación sentimental, a las pocas horas de que se diera a conocer.
De cierta manera, es el arco natural, aunque absurdo, de toda la vida adulta de mi generación. En una cascada vertical de fotos, veo a los exnovios de mis amigas cuidando el embarazo de las mujeres bonitas con las que acabaron casándose. A veces, me sé los nombres de los niños, a quienes casi con toda seguridad jamás conoceré, pero que, de cualquiera manera, me enteraré si fueron princesas o piratas en Halloween; he visto sus árboles de Navidad y castillos de arena, al igual que cómo lucen sus mesas decoradas en ocasiones especiales. A veces, adoptan un tono oscuro por un tiempo, las cenas desaparecen y están solteros de nuevo. No dejo de seguirlos, soy un público pasivo, pero no indispuesto.
Antes nos obsesionábamos con las celebridades y luego empezamos a obsesionarnos los unos con los otros. Hace más o menos una década, me habría suscrito a US Weekly. Hoy en día, no hay necesidad: tengo un desfile de gente en mi teléfono. Una mezcla de celebridades “de verdad” y gente que conozco y puedo agregar o eliminar a mi antojo. Luego, revisé las publicaciones de Instagram y vi una publicación de Lady Gaga: estaba sentada en el regazo de su nuevo novio.
Amigos de la universidad le dieron “me gusta”, junto con otras casi tres millones de personas.
Si alguna vez han buscado en Google a la nueva pareja de un ex (sean honestos) tal vez lo hayan hecho con un propósito. Tenían curiosidad —lo cual es saludable de su parte— o querían compararse. Idealmente, la vida de su ex no mejoró mucho sin ustedes, ¿no? En este caso, todo cambió radicalmente. ¿Cómo puede alguien compararse con Lady Gaga?
En lugar de pensar: “¿Por qué no soy yo?”, cuando los veo juntos, pienso: “Esa era yo”. Acaba con la ilusión de la celebridad.
Al principio fue desconcertante. Cuando una amiga me llamó a la oficina aquella mañana para hablar del tema, mi voz se quebró (¿quién quiere volver a hablar de una vieja relación en el trabajo el día después del Supertazón?) Así que esperé hasta el mediodía. Y luego lo pensé de nuevo.
Lady Gaga es espectacular. Compararme con ella es increíblemente motivador y les recomiendo que lo intenten, sin importar qué relación tengan con la persona con la que sale.
Al menos, eso fue lo que hice.
Por ejemplo: ese fin de semana, iba a ir a un evento y me iba a poner un vestido negro, tal vez por vigésima séptima ocasión, que me había comprado en oferta hacía unos años. Pero Lady Gaga nunca habría hecho una cosa así. Yo nunca había tenido algo que costara más que los víveres de una semana, mientras que ella es una mujer que viste trozos de carne cruda en la alfombra roja. Fui a una tienda elegante a la que nunca había ido antes y me probé algo. La vendedora me preguntó cuál era la ocasión.
- “Descubrí en Facebook que mi exnovio está saliendo con Lady Gaga”, le dije
Ella me miró de pies a cabeza.
- “Ah. ¿En serio?”, dijo.
- “Sí”.
El vestido era demasiado caro, pero lo compré de todos modos. ¿Por qué debería aceptar menos que Lady Gaga?
Fui a una cafetería. ¿Que si quería el café grande? Sí. Para el evento, ¿quería que me maquillaran? Nunca lo había hecho, pero sí. Y sí, póngame las pestañas postizas. Cuando me elogiaron por correo electrónico, ¿le mandé el correo a mi jefe? Sí. ¿Estuve de acuerdo en hacer la presentación de trabajo que me causaba ansiedad? Sí. Sí, sí, sí.
(Todavía no descubro cómo iniciar un imperio multimillonario del entretenimiento ni una campaña de defensoría importante, pero sí a eso también).
La cuestión es que Lady Gaga está viviendo la vida ambiciosa que siempre decimos que las mujeres deberían adoptar. Recuerdo haber leído algo que ella dijo, tal vez en Instagram: “No permitan nunca que una sola alma en el mundo les diga que no pueden ser exactamente quienes son”.
A medida que envejecemos es tan fácil encontrar lo mejor de lo que somos, sacarle el mayor provecho, y tal vez incluso sentirnos satisfechos por ello. Pero si Lady Gaga puede hacer lo que quiere e incluso expandir lo que quiere, ¿por qué yo no? ¿Por qué no dejar que ese ser “exactamente quien soy” signifique tratar de ser la mejor versión de mí misma? Lady Gaga continúa desafiándose, intentando nuevas cosas, prosperando.
Al menos eso es lo que deduzco de lo que veo en mi teléfono, el lugar donde todos convergemos.
Hace poco, alguien me envió una foto de mi prometido y yo bailando en una boda y yo la publiqué en Instagram. Vi que el novio de Lady Gaga vio mi publicación, y me di cuenta de que en realidad somos todos lo mismo: extraños que sonríen en una pantalla.