Los actos discriminatorios a la comunidad afrodescendiente es un hecho que se resiste a desaparecer del tejido social y aunque parezca increíble, en el Magdalena el rechazo racial es más común de lo que parece.
Los recientes acontecimientos en los Estados Unidos donde un Policía de ese país ultrajó y asesinó a George Floyd, un ciudadano afrodescendiente, la causa por eliminar la discriminación racial vuelve a tomar importancia internacional. Pese a los esfuerzos de comunidades y colectivos defensores de los derechos humanos alrededor del mundo, ser negro hoy significa estar expuesto a cualquier tipo de señalamientos.
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La xenofobia y el racismo estructural son fenómenos que se resisten a desaparecer del tejido social incluso en países como Colombia, donde las bases de su población se construyeron sobre negros africanos que poblaron el Caribe. La Constitución nacional reconoce una civilización triétnica pero según estudios el rechazo a las negritudes toma mayor fuerza.
El Observatorio contra la Discriminación Racial y el Racismo del Ministerio del Interior concluyó en su reciente informe que Bogotá, Medellín, Cartagena y San Andrés son las 4 ciudades con mayor número de denuncias por ofensas racistas. Santa Marta también aparece dentro del ranking con 10 denuncias.
Para Matilde Maestre, activista de la comunidad afrodescendiente en el departamento, los actos de discriminación en el Magdalena son más frecuentes de lo que parece solo que pasan invisible debido a la negación que existe en las personas para considerarse como negro. Maquillar su identidad racial con apelativos como “de color”, “moreno” o “trigueño”, son barreras que no permiten la visibilidad de la comunidad afro.
“La vida del negro importa. La historia de Floyd se ha hecho internacional pero no ha sido la única, nuestro país tuvo un acto similar muy reciente solo que no trascendió, policías golpearon a un joven que posteriormente murió. El racismo estructural no ha desaparecido, recientemente supe del caso de una compañera que recibió insultos de una persona del interior del país”, precisó Maestre.
La falta de políticas públicas y las deudas inmemoriales de la educación con esta comunidad ha agudizado la brecha. Matilde dice que a los niños no se les habla de la riqueza étnica del país, por lo que no tienen elementos de base para reconocerse como parte de esa historia y concebir que el mundo no es monocromático.
“A partir de la Constitución se empieza hablar de etnoeducación en el país, pero en ningún colegio dictan esa cátedra. Solo se resumen a pequeños actos el día de la afrocolombianidad. Somos una sola raza, la humana, los colores de piel es resultado de alto valor cultural”, dijo la activista.
Para Matilde la participación política de las negritudes en el gabinete nacional es muestra de esa prevención social, “se pueden contar con los dedos de las manos los Ministros negros que ha tenido el país”, y los que han llegado tienen un impulso de los Estados Unidos.
“Desde la mesa intersectorial Rechazamos cualquier acto discriminatorio a la población Afro. El progreso económico y social del país tiene también un aporte negro, desde los cimarrones africanos hasta los que hoy se preparan académicamente para prestar un servicio a la sociedad”, concluyó Maestre.
Una investigación de la Universidad de los Andes confirma que los afrocolombianos son el grupo étnico que más se ha sentido discriminado, con 19,8% de 1.663 encuestados, principalmente en las zonas del Pacífico, la Amazonía, la Orinoquía y el Caribe.
Esta población espera que se tomen correctivos ejemplares para quienes los agreden física y verbalmente, y que gestos como el que suscitó la ofensa a la comunidad Wuayuú recientemente se replique con todos aquellos sectores de la sociedad que se ven amenazados por la persecución racial y cultural.