Pese a que la temporada de lluvias ataca fuertemente a Santa Marta, no hay planes de contingencia preparados.
Año tras año con la llegada de la temporada invernal, Santa Marta se convierte en caos. Ríos desbordados, calles encharcadas, deslizamientos de cerros, inundaciones y cientos de familias afectadas, es lo que se vislumbra.
Lo peor de este panorama es que a los más vulnerables, aquellos que sin medir el peligro construyen remedo de casas en los cerros o en la rivera de los ríos, la fuerza de la naturaleza los coge por sorpresa y convierte sus hogares en ruinas.
Este lunes 30 de agosto el cielo se rompió sobre Santa Marta, más de seis horas de lluvia generó afectaciones en 56 barrios de la ciudad. Los más damnificados fueron Pescaíto, Los Fundadores, María Eugenia, Chimila y el corregimiento de Taganga.
En este último, familias enteras perdieron su medio de sustento diario: su negocio a la orilla del mar. Este es el caso de Zulma Pérez, una madre de familia que llevaba más de 40 años en el mismo lugar que hoy la naturaleza le arrebató bajo su mirada atónica.
El torrencial aguacero la cogió desprevenida mientras esperaba la llegada de visitantes en el negocio que lleva su nombre. Como por estos días es normal que llueva en horas de la tarde, no se movió de ahí esperando que escampara, sin embargo, pasados los minutos la calma de la lluvia se convirtió en exaltación.
El desbordamiento de dos quebradas colocaron su negocio en medio del paso del río hacía el mar, dejándola en segundos con el agua hasta el cuello sin poder salir de la corriente. Como pudo, agarrándose de sillas y mesas, se sostuvo para no ser arrastrada por el afluente y poder contar hoy su historia.
Zulma, con ayuda de sus familiares, pudo salir del medio del rabioso río que buscaba recuperar su cauce. Después de llorar a cantaros por todos los enceres perdidos y que le daban su plato de comida diario, solo le da gracias a Dios por seguir con vida.
“Le doy gracias a Dios, porque tengo vida y a las personas que me ayudaron recuperar lo que la fuerza del agua se me quería llevar, pero le digo a las autoridades que canalicen las quebradas”, manifestó Zulma.
El caso de Zulma se ha repetido diariamente en el Distrito durante años. Familias enteras quedan con las manos vacías por la fuerza del agua, y continúa pasando como si fuera una historia nueva y no se deberían tomar acciones para evitar desdichas anunciadas.
El sueño de estos ciudadanos, que por desigualdades de la vida les tocó vivir cerca del río Manzanares o cerca de los cerros que bordean la ciudad, es poder dormir en medio de la lluvia y no despertarse abruptamente porque la casa se les caerá encima.