Con la cruda realidad de una muerte cercana respirándole en la nuca, pero aun con las ganas de seguir viviendo, Sandra Cervantes Lugo, sólo quiere que la EPS Coomeva cumpla con los fallos de tutela que obligan a brindarle un tratamiento para el cáncer.
Su enfermedad que la tiene desde hace 10 años al borde de la muerte, no ha sido atendida por la EPS Coomeva, a pesar que en repetidas ocasiones ha ganado fallos judiciales, ha protestado frente a la entidad y hasta ha tenido que recurrir a la ayuda de terceros; sin embargo la orden para su atención nunca llega.
Sandra de 42 años sufre de un tumor maligno de los huesos en la cara y el cráneo y actualmente por la negligencia administrativa de la mencionada EPS, ahora su mal ha hecho metástasis en el hígado, columna y como dice ella “a futuro cadera y en el paladar”.
Con su cabeza y cara prácticamente cubiertos, con una pañoleta y un tapabocas, oxígeno permanente, su eterno compañero, un bastón para sostenerse y la indignación y rabia que son más fuertes que su mal; Sandra viaja desde el sector de Gaira a la sede de Coomeva por una buena noticia: pero su vida sigue siendo una página judicial, llena de tragedia y sin esperanza.
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Ahí se queda un rato, en la puerta de Coomeva, llama a casa y entrega la mala y ya recurrente noticia: “nada, no me dieron la orden, pero mañana vuelvo”.
Sandra en compañía de otros enfermos que se reunieron en un plantón el pasado miércoles, asegura que no sabe en cuántas protestas más va a estar, pero a pesar de todo, alguien la debe escuchar.
“Yo tengo claro que esta enfermedad me llevará a la muerte, pero yo quiero que me dejen luchar, que me dejen ver crecer a mi hijo de 16 años, ver a mi nieto y ver felices a mis hijas salir adelante, porque ellos como mi madre sufren al verme así”, dijo la mujer.
Sus hijos Julieth de 22 años y la segunda Andrea Gamero 19, así como Edgar Castillo de 16 años, la acompañan, pero imponentes sufren el viacrucis de su madre, quien carga una cruz que su EPS no le ayuda a levantar.
Son varias órdenes judiciales incumplidas, derechos de petición ignorados y una vida que se acaba poco a poco; sin embargo la EPS Coomeva, no responde por la necesidad de Sandra.
Llega la hora del almuerzo, Sandra está cansada, camina unas cuadras y toma una buseta rumbo a Gaira, a esperar que se haga de noche y rogar a Dios por un nuevo amanecer.