El Ministerio de Cultura hizo un repaso de la huella y del vacío que dejó Garzón en el humor político colombiano.
El Ministerio de Cultura le rindió un homenaje al periodista y humorista Jaime Garzón, por los 25 años de su muerte, tras ser vilmente asesinado en Bogotá.
Su muerte sigue conmocionando al país y su recuerdo se mantiene vivo en la memoria de los colombianos.
Este fue el comunicado textual emitido por la cartera del Gobierno:
En su famosa obra Dialéctica de la Ilustración, Theodor Adorno y Max Horkheimer brindan una definición brillante de la risa. Esta, de acuerdo con los autores, “acompaña siempre al momento que se desvanece un miedo. (…) Resuena como el eco de haber logrado escapar del poder”. El humor político en Colombia ha tenido una misión similar; la de ser un elemento subversivo y de autocrítica. En palabras de Fidel Cano, director de El Espectador, “es un elemento muy importante para poner a pensar al país. Es otra manera de generar opiniones y de cercanía con las audiencias”.
A través de su historia, el humor político siempre ha respondido a los contextos sociales que ha vivido el país. Desde Lucas Caballero Calderón, más conocido como Klim, y Héctor Osuna, hasta Vladdo y Matador, cada generación ha contado con figuras cuyo ingenio y humor ha resaltado de forma aguda la realidad social de cada época. Hay un hombre, sin embargo, que escapó a su tiempo para volverse eterno: Jaime Garzón.
Jaime Garzón, un ícono para la eternidad
Corría 1990 cuando Zoociedad, un programa producido por Cinevisión y protagonizado por Garzón, salió a la luz. Su éxito fue inminente y le valió a la producción dos nominaciones a los premios India Catalina de aquel año. El programa había comenzado hace poco y, por motivos presupuestales, la programadora se vio forzada a elegir quiénes irían a Cartagena de Indias a presenciar la ceremonia.
Tres personas de producción, comenta Eduardo Arias, periodista, amigo de Jaime y libretista de Zoociedad, no asistirían al viaje. Percibiéndolo como injusto, Jaime pagó el viaje para los tres miembros del equipo de su bolsillo. Así era Garzón, menciona Arias, “un pedagogo, gran comediante y analista; pero sobre todo generoso”.
En los inicios de su carrera está una de las claves de su éxito como humorista político. Fue alcalde menor de Sumapaz, trabajó de la mano de Andrés Pastrana en su campaña por la alcaldía de Bogotá, colaboró con Enrique Peñalosa y con César Gaviria en su periodo presidencial. Garzón conocía el mundo político desde adentro, sabía cómo estaban configuradas sus esferas.
“Para hacer humor político se debe ser un ser político, se debe tener una sensibilidad política”, confirma César Ayala, Profesor del Departamento de Historia de la Universidad Nacional. Para Ayala, la clave detrás del humor de Jaime está en que “hacía humanos a los políticos y llegó en un momento en el que se necesitaba un humor nacional que no fuese bipartito”. A Zoociedad le siguió ¡Quac! El Noticiero, que estuvo al aire entre 1995 y 1997. A lo largo del programa, Garzón desarrolló personajes icónicos como Néstor Elí y Godofredo Cínico Caspa.
La mirada atenta de Jaime, su facilidad humorística y su carisma le hicieron ganar el cariño de la audiencia. “El humor político conecta con la gente de forma inmediata y de manera amable. Te produce una sonrisa agridulce”, afirma María Teresa Ronderos, periodista y autora del libro 5 en humor. “En el caso de Jaime, era un personaje de una inteligencia y de una simpatía impresionante”, añade.
El humor como discurso de resistencia
El humor, más allá de ser entretenido, cumple también con una función social. No en vano, el rol del bufón se puede rastrear desde la antigua Grecia en obras de autores como Aristófanes y Menandro. Y era un rol privilegiado en la corte: podían dar una opinión honesta usando como herramienta a la sátira. El humor político desde sus inicios desnuda al poder, lo expone.
El humor político, además, es dual. Por un lado, si bien su fin es la risa, su fuente tiende a ser una realidad difícil. “Es una forma de catarsis y de opinión”, comenta el humorista Karl Troller. Su función, en dicho sentido, es casi terapéutica. “Con el país que tenemos, lo único que nos queda es reírnos”, Confirma Ayala. Así, el humor político es una forma tragicómica de interpretar la realidad que, sin embargo, cuenta también con nexos importantes frente a la historicidad.
“Hay una relación muy cercana entre sátira política e historia. La sátira habla de la capacidad crítica, de la libertad de opinión y de las crisis dramáticas que atraviesa un país”, reitera María Teresa Ronderos. De esta manera, el humor político es también constructor de historia y, en instancia final, de identidad nacional. “El humor siempre es el resultado del país que configuramos, está indudablemente ligado a la verdad”, cierra Ayala.
Colombia, un país donde hacer humor político es difícil
Al hablar del panorama actual del humor político en Colombia, no se puede evitar hablar de Jaime Garzón. Su pérdida, repentina y dolorosa, marcó un antes y un después en el humor nacional. “Jaime desapareció en una forma cruel, eso lo catapultó a un rol estelar en la memoria nacional”, dice Ayala. Ronderos concuerda: “la gente sintió como si se le hubiera muerto un pariente, un amigo, una persona que decía la verdad y que hablaba por ellos”.
A la muerte de Garzón le siguieron dos factores que reconfiguraron el humor político en Colombia. En primer lugar, la censura y la autocensura. “Toda opinión siempre genera rechazo de los poderes o incluso de las audiencias. La censura es una batalla permanente no solo de los humoristas, sino de la prensa en general”, confirma Fidel Cano. “Muchos buscan en el humorista a un militante. Esto afecta mucho al humor político”, reitera también Ayala.
Por otra parte, los espacios para generar humor político también se han reducido. Para Karl Troller, 1998 fue un año decisivo. Ese 10 de julio salieron al aire dos canales privados: RCN y Caracol. Con su aparición, cambió la forma de elegir la programación. “Cambió el formato. La privatización aumentó la autocensura y disminuyeron los programas humorísticos que son difíciles de vender. El humor político es muy local y se gasta muy rápido. Ahora las franjas se mantienen especialmente en la radio”, dice Troller.
“La televisión se volvió de formatos y se producen especialmente aquellos que se pueden vender afuera. Obviamente un programa de humor político, siendo muy local, es muy difícil de internacionalizar”, concuerda Arias.
En medio de este panorama, surge una pregunta: ¿por qué, durante un momento de decadencia humorística, sigue siendo vital la figura de Garzón? Eduardo Arias resume su respuesta a una charla que realizó Garzón el 14 de febrero de 1997 en la Universidad Autónoma de Occidente. Arias, que visitó la institución una semana después de Jaime, presenció la conmoción de los estudiantes. Durante aquella charla, Garzón pronunció su famosa frase: “Si ustedes los jóvenes no asumen la dirección de su propio país, nadie va a venir a salvárselo”. En ese momento, menciona Eduardo, presenció el factor que lo inmortalizó: “Jaime quería expresar sus ideas, pero también enseñar. Él era un pedagogo. No solo quería ser chistoso”.
Finalmente, el rol de la comedia, al igual que el de Jaime, no es finito ni limitado. Contribuye a aceptar y entender la realidad, a burlarse de ella y a vislumbrar de forma más sencilla soluciones a problemas complejos. La naturaleza de ambos, Jaime y el humor, es subversiva. “La vida termina siendo humor; y el humorista lo que nos pone en evidencia es que tarde o temprano esto que estamos padeciendo, será también risible”, concluye Ayala.