Por: Yuraimi Fernández Juvinao- Pluma Azul
No puedo entenderlo, sigo observando a esta mujer con tanta fascinación, nunca he visto a una chica como ella, respira tranquilidad, sus manos se mueven en armonía y yo puedo sentir la pureza que emana. Me siento a observarla, ella sigue practicando ballet, su cuerpo es tan frágil, pero ella hace unos movimientos demostrando el dominio que tiene sobre él, en repetidas ocasiones ella cierra sus ojos mientras da unos saltos y cuando sus pies tocan el suelo, ella los abre y una sonrisa se dibuja en su rostro. Siento algo nuevo, mi corazón empieza a doler un poco, creo que debo agarrarlo o voy a morir, ¿qué es esto? ¿quién es ella?, tengo ganas de llorar, pero no me encuentro triste, es emoción.
Ella levanta su mirada y sus ojos se encuentran con los míos, todo se detiene a mi alrededor, después de tanto tiempo al fin me observa. ¿Acaso estoy escuchando a los ángeles? la comisura de sus labios empieza a levantarse, inmediatamente las mías también, era algo involuntario. Me levanto como si mi cuerpo tuviera voluntad propia, camino hacia ella, ella empieza a bajar los escalones del recinto mientras con delicadeza desata su cabello, puedo sentir el olor a vainilla que desprende, inhalo y por una cuestión de segundos cierro los ojos, ¿qué me está haciendo?
– Hola, pensé que el lugar estaba vacío – dice, su voz me da tanta tranquilidad.
– Lo siento, no debí interrumpir – digo, luego me maldigo por lo tonto que había sonado.
Ella niega con la cabeza y me regala una mirada muy tierna.
– No te preocupes, mucho gusto me llamo Carolina – dice extendiendo su mano hacia mí.
– Lucas – le digo, agarro su mano en modo de saludo, es tan suave, tan delicada a comparación de la mía. Mi corazón empieza a palpitar con mayor rapidez.
Nos volvemos a mirar, sus ojos claros muestran un brillo que resalta el color azul que posee, es tan hermosa, con su mirada recorre mi rostro, se detiene en mi boca, inmediatamente trago saliva, algo de ella me hace sentir torpe, vulnerable, me desconozco, al mismo tiempo es una sensación de querer abrazarla, cuidarla, brindarle lo mejor. Ella se está convirtiendo en magia para mí.
– ¿Quieres ir a tomar una taza de café? – le pregunto sin pensarlo.
Parece sorprendida, pero me sonríe.
– Claro – responde – iré por mis cosas – termina de decir.
Se da media vuelta y corre hacia donde se encuentra su bolso, se gira y me hace una seña con sus manos de que la espere, desaparece del lugar y me siento vacío, solo, con ganas de ir a buscarla. Paso una mano por mi cabello y luego ambas por mi rostro, me estoy volviendo loco. Respiro calmadamente, cualquiera que me viera se reiría de mí, me diría que solo es una chica, pero esto que siento es diferente, nunca antes me había pasado. Escucho unos pasos y levanto la mirada, ella viene corriendo, tiene un pantalón deportivo y un suéter azul que realza el tono de su piel y el color de sus ojos, su cabello rubio se mueve al compás de sus pasos, sonríe, podría jurar que estoy viendo a un ángel acercarse. Se detiene cuando llega a mi lado y empieza a tomar aire, sonrío.
– Perdón por la espera, ¿nos vamos? – me pregunta levantando su rostro.
Es tan bella.
Agarro el bolso que ella sostiene y lo llevo en una mano, ella me mira sorprendida y sus mejillas se ruborizan, de nuevo un golpe a mi corazón, que perfección. Apenada baja su cabeza.
– Gracias – susurra.
Salimos del recinto y al llegar a la calle, la brisa fría golpea nuestros rostros, ella se abraza un poco y sonríe mirando el cielo.
– Es hermoso – dice.
Me quito mi gabardina y se la pongo encima de su cuerpo, cubriéndola.
– Puedes enfermarte – le digo con cariño, ella me vuelve a mirar con algo de curiosidad.
– Eres muy amable, Lucas – me dice.
– Tú eres quien provoca eso en mí – digo sin pensar, ella detiene su paso y vuelve a mirarme, se abraza con mi abrigo y luego sigue caminando.
– Desde hace tiempo te veía en el recinto, creí que ibas a ver a alguien más, solo hasta hoy que practicaba sola quise creer que quizás era por mí – dice mirando al frente – me preguntaba qué hacías en un lugar así, llegué a preguntarle a algunas amigas si te conocían, nadie me daba razón de ti, la verdad es que disfrutaba ensayar porque desde lejos te observaba – dice, se detiene al caminar, estamos frente a la cafetería.
No había reaccionado ante sus palabras, empiezo a caer en cuenta de la situación, ella no quiere entrar; quizás por pena, creo que quiere seguir caminando. Entro y pido dos cafés, a los minutos salgo con los vasos, la encuentro ayudando a un anciano a cruzar la calle, el anciano le sonríe y le agradece, ella definitivamente ha bajado del cielo, siento mi pecho hincharse de orgullo, le asiento al hombre y ella le da un beso en la mejilla a modo de despedida.
– Tiene una buena mujer a su lado, cuídela – me dice el anciano.
Ya quisiera yo que fuera la mujer con la que pudiera compartir mis días, ella vuelve a sonrojarse.
– Sí señor, muchas gracias – le digo sinceramente.
Le doy el café a Carolina y vamos al parque que está cruzando la calle, al llegar ella se sienta en un columpio, mientras toma de su café, está en silencio. Yo me quedo a un lado de ella apoyado en un árbol.
– La verdad, Carolina, no entiendo lo que me sucede, lo estoy viviendo por primera vez, no conozco esto pero cada vez quiero más y más, observarte aquel día caminar por la calle fue algo de otro mundo, parecías un ángel, sin darme cuenta me encontraba caminando detrás de ti, llegaste a ese recinto y te vi por primera vez bailar, solo pude pensar que era la perfección hecha mujer, a partir de ese momento mis días después de salir del trabajo eran ir a verte, creí que no sabías de mi existencia pero algo me atraía, no te puedo sacar de mi cabeza, es tan extraño, tan nuevo, me siento completo y a gusto, podía haber tenido un mal día que verte lo solucionaba todo, sé que no me conoces, pero mis intenciones de acercarme a ti son buenas – le digo.
Ella tiene la sonrisa más hermosa en su rostro, la brisa juega con su cabello, se levanta y camina hacia mí, sin darse cuenta tropieza, me apresuro y la sostengo apretándola con mi cuerpo, ella se agarra de mi camisa y puedo sentir como mi corazón late a mil, levanta su rostro aún pegada a mi cuerpo, suavizo un poco el agarre y ella me hipnotiza con sus ojos azules, la quiero en mi vida. Me inclino hacia ella y cierra sus ojos, nuestros labios se encuentran, el sabor a café con caramelo invade mi boca, la suavidad de sus labios era cosa de otro mundo, siento viajar a un mundo desconocido con ese beso, es tan suave que quemaba, quiero morir quemado bajo esa sensación, no sé cuánto tiempo pasa hasta que ella separa suavemente sus labios de los míos, abro mis ojos, ella tiene sus labios hinchados y de un tono rojizo, abre sus ojos y me abraza, la calidez que siento nunca antes la había experimentado en mi vida, es como si todo se detuviera, como si ella creara la perfección para mí, disfruto su cercanía y la cubro con mis brazos, ¿qué bueno había hecho en la vida para merecer esta clase de gloria? Siento hasta ganas de llorar, no de tristeza, sino de felicidad, de sentirme completo. Ella levanta su rostro y me mira.
– Me gustaría conocerte, Lucas. Esto no es común – me dice, sus ojos brillan con tanta pasión – no sé a qué se deba esto, si será algo de almas, del destino o si solo somos nosotros, pero me encantaría conocerte – me dice.
Sonrío y asiento, la felicidad que me invade no tiene comparación. Esta es mi oportunidad para cuidar de este precioso ángel.
– Con gusto, Carolina – le digo sincero.
Ella se pone de puntilla y alcanza de nuevo mis labios, todas las emociones que me invaden son algo difícil de explicar, gracias a ella empiezo a creer en los hilos del destino, la vida me ha dado un lindo regalo, la abrazo mientras me pierdo en ese nuevo mundo al que me lleva Carolina en un tierno beso.