El 11 de enero de 1970 murieron 36 personas. Sobrevivientes y testigos narran la historia 50 años después.
“Santa Marta tiene tren, pero no tiene tranvía”, es parte de una vieja canción en honor a la capital de Magdalena, quizás para José Castaño, un agente retirado de la Policía, es el recuerdo de la tragedia más cruel que tuvo que presenciar en sus años de servicio en Santa Marta.
El 11 de enero de 1970, fue para él, el día en que tuvo que ver morir a 36 pasajeros de un bus que en el sector de Mamatoco, fue embestido por un tren.
Hoy se cumplen 50 años de aquel día, cuando un tren de pasajeros, que viajaba entre Bogotá y Santa Marta, embistió al bus del paseo de la familia Lleras Noriega, muriendo hechos pedazos 36 de los 50 viajeros. De estos, 24 eran de la familia Lleras Noriega.
A las 12:15 del día, cuando el bus llegó al sector de Mamatoco, donde cruza la línea férrea, el conductor hizo cambio de velocidad, pero el vehículo no le alcanzó a responder, y fue cuando intempestivamente apareció el Expreso del Sol, tren de pasajeros que venía de Bogotá a Santa Marta. El impactó fue tan brutal que el bus se partió en pedazos, y la máquina de hierro se descarriló.
“Cuando eso estábamos en lo que es Antinarcóticos y recibimos el llamado y fuimos hasta Mamatoco, fue una imagen muy impactante”, manifestó el señor José.
En diarios nacionales, varios de los sobrevivientes contaron el recuerdo de ese amargo paseo.
William Vargas, veterano periodista conocido en Barranquilla, fue uno de los sobreviventes y aún siente que la herida no cierra, y por mucho que ha pasado el tiempo no olvida esa tragedia.
“Es un recuerdo que marcó mí vida y dejó un gran vacío”, dijo al diario El Tiempo el hombre, quien además de primos, tíos y amigos, ese día el tren le quitó a Deysa y Gregoria, sus hermanas, y a su madre, Hercilia Lleras de Vargas.
“Dolor y tristeza”. Esas son las palabras que utiliza William Vargas Lleras para describir lo que siente cada vez que recuerda lo ocurrido el domingo 11 de enero de 1970, cuando en un abrir y cerrar de ojos perdió de un solo tajo a sus seres más queridos.
ecuerda que tenía 12 años, cuando la familia decidió organizar un paseo que consistía en ir a las playas de El Rodadero, en Santa Marta, como atención a la familia Sarmiento Vengoechea, que habían llegado desde Bogotá y eran muy allegados a los Lleras.
El punto de encuentro fue en el barrio Recreo, donde estaba la casa de la abuela materna, Gregoria, vecina de un hombre dueño de buses, quien les consiguió el vehículo para la excursión.
La noticia del paseo se regó como pólvora en este céntrico sector de Barranquilla, y además de otros familiares de los Lleras, algunos vecinos y allegados lograron conseguir cupo y montarse al bus.
“Fue una gran noticia. Era la primera vez que iba a salir de la ciudad. Lo máximo que había llegado era a Pradomar”, dice William. La noche antes del viaje no durmió de la felicidad.
El bus hizo solo hizo dos paradas para recoger a la gente, muchos de los viajeros eran personas jóvenes.
El puente Pumarejo estaba en construcción y el paso por el río Magdalena era a través de un ferri. “Ese momento para mí fue emocionante ver como pasaban los buses, los carros y el ferri y no se hundía”.