Las calles vacías y el miedo en los rostros de los habitantes de Zona Bananera reflejan una dura realidad: la violencia se ha apoderado del municipio y nadie parece poder detenerla.
Las calles de Zona Bananera, Magdalena, lucieron desoladas el pasado miércoles. Negocios cerrados, pocas personas en las esquinas y un silencio que solo era interrumpido por el sonido de motocicletas patrullando las veredas.
En los grupos de WhatsApp circularon desde muy temprano del día mensajes de advertencia con un panfleto firmado por el Clan del Golfo: “Después de las 2 de la tarde, nadie en la calle. Quien no acate la orden será objetivo militar”.
La comunidad, acostumbrada a convivir con la violencia, sabía que era mejor obedecer.
Desde hace años, este municipio de 610 km², conformado por 11 corregimientos y con una fuerte tradición bananera, se ha convertido en el escenario de una disputa territorial entre las Autodefensas Gaitanistas de Colombia (AGC) o Clan del Golgo y las Autodefensas Conquistadores de la Sierra (ACS), conocidas como ‘Los Pachencas’.
En 2025, la guerra ha alcanzado niveles alarmantes: más de 15 homicidios en lo que va del año y un aumento en las extorsiones a comerciantes, ganaderos y propietarios de fincas.
Una población atrapada en el miedo
“Cerré mi tienda antes del mediodía, no podía arriesgarme”, cuenta Juana, propietaria de un pequeño negocio en Orihueca.
“Unos clientes me dijeron que había un panfleto rodando donde el Clan del Golfo ordenaba cerrar el comercio y decretaba un toque de queda desde las 8 de la noche. No esperé a ver si era cierto o no, solo cerré y me fui para la casa”.
Apenas horas después, Los Pachencas respondieron con un video donde aparecían hombres armados con vestimenta militar. En el comunicado, desafiaban a su grupo rival y pedían a la comunidad no hacer caso al cierre ordenado por las AGC. “Estamos aquí para proteger al pueblo”, decía un vocero del grupo.
Pese a estas palabras, la sensación de inseguridad creció entre los habitantes. “Ellos dicen que nos protegen, pero lo único que hacen es aumentar la zozobra”, dice un agricultor de Guacamayal que prefiere no revelar su nombre. “Hoy nos dicen que no cerremos, pero mañana pueden ser ellos los que nos exijan lo contrario”.
Las autoridades: entre el discurso y la realidad
Ante la crisis, el secretario de interior del municipio, Héctor Zuleta, trató de tranquilizar a la comunidad.
“Queremos decirles que estén en calma, que no se genere zozobra porque estamos trabajando, estamos cuidándolos”, afirmó.
Por su parte, el mayor Fausto Yovanny Pujimuy Burbano, comandante encargado de la zona, aseguró que la fuerza pública mantiene presencia en el territorio para prevenir acciones violentas. Sin embargo, minimizó el impacto del panfleto amenazante. “El documento que circuló a nombre del Clan del Golfo no es real”, dijo el oficial.
Las palabras del comandante contrastan con el testimonio de los residentes. “¿Cómo van a decir que no es real? Yo vi a los hombres en moto pasando por mi negocio, viendo quién cerraba y quién no”, asegura un comerciante de Tucurinca.
“Aquí nadie se atreve a desobedecer, porque el que lo haga puede ser el próximo en la lista”.
Un pueblo fantasma
La tarde del miércoles, Zona Bananera parecía una localidad abandonada. Solo algunos vehículos oficiales y motocicletas sin placas se aventuraban en las calles. En las grandes cadenas de supermercados como D1 y ARA, que también fueron incluidas en las amenazas, los empleados trabajaron con temor.
“Los días pasan y la situación sigue igual”, lamenta un habitante de Río Frío. “Hoy fue un panfleto, mañana será otra cosa. Mientras ellos se disputan el territorio, nosotros seguimos en el medio, con miedo y sin opciones”.
En una región donde la producción de banano ha sostenido la economía por décadas, la violencia se ha convertido en el mayor obstáculo para el desarrollo.
Mientras los grupos armados libran su batalla, la comunidad solo espera que llegue el día en que puedan trabajar y vivir sin temor. Pero por ahora, ese día parece estar muy lejos.
