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Opinión

El Palomino, los límites del paraíso

Paulatinamente, van marchándose para la última lágrima, muchos de los narradores del mundo rural; en estos días le tocó a uno, de los más eruditos, Alfredo Molano deja un profundo vacío en la memoria de las letras.
Una de las virtudes, que tienen, quienes construyen los relatos de la vida del campo, es que deben estar dispuestos a andar y caminar el territorio; pero lo más importante escuchar a la gente, esos agentes sociales de las veredas, que van contando sin ningún problema, cómo han logrado crear pueblos, establecer una tipología de ordenamiento del territorio, acceder a muchos de sus derechos, por cuenta propia; pero también, exponen sus angustias y sus demandas de manera tranquila, descarnada y bella.

Aquí la vida se mueve entre el orden rústico de la tradición y los arrebatos románticos de los visitantes. Es la única forma de entender que convivan esclavos del sagrado corazón y los turistas extranjeros extremos y ávidos de biodiversidad, algunos lo llaman hipismo verde.

El rol, que ha jugado la ubicación geográfica, la presencia del mar Caribe, los ecosistemas de la Sierra Nevada, su rica vegetación con árboles como el caracolí, higuerón, camajón, campanos, hobos, gusaneros, yarumos, palma amarga, guayacán rosado, ceibas y balsos, además de árboles frutales hacen de esta un oasis de abundante agua y vegetación, donde viven los marginados y perseguidos, es una vorágine de lamentos, que muchas veces entristecen el alma, especialmente porque Marquetalia, se configuró como territorio de conflicto armado y desplazamiento forzado.

El desarraigo, la violencia y el despojo se vive en las poblaciones con mayor desplazamiento; los pueblos originarios, los campesinos y los migrantes de las viejas violencias, les ha tocado vivir el recrudecimiento, el cual se ha registrado con mayor intensidad en Marquetalia, Calabazo, Machete Pelao, Puerto Nuevo, Las Arepas y Los Linderos.

Los sueños y sentimientos íntimos de las comunidades, se logran comprender, capturar y digerir, sí prestamos atención a esas múltiples voces que de manera permanente, nos están enviando el mensaje, que quieren ser escuchados y ser protagonistas de su futuro más inmediato.

Fuimos invitados por los voceros de la sociedad civil local, nos estaban esperando con ansias y mucha alegría, para contarnos que ellos, son unas personas laboriosas, que tienen total disposición a trabajar con las instituciones, pero a reglón seguido manifestaron su fuerte enojo, por la falta o la ausencia de la gobernanza en su entorno, ” no se siente la presencia del gobierno”, solo cuando les renovaron su colegio.

De igual manera, denunciaron el atropello de los poderosos, por un lado, las empresas bananeras, que sí bien les ofertan trabajo, también les impiden el disfrute del territorio, una de las muestras, es que no les permiten su salida al el mar.

En este hermoso lugar hay una triada de poderes, por un lado, los dueños de las plantaciones de banano y plátano, el emergente turismo de naturaleza que promueven diferentes personajes nativos y externos, y la cultura de la ilegalidad, todos ellos someten a los pobladores a sus designios, hay una ausencia de la institucionalidad; éste déficit, es aprovechado para desconocer la normatividad legal y la convivencia ciudadana.

La colonización de los territorios ha sido una constante nacional y regional; el desconocimiento de los derechos de gran parte de la población, ha originado, que la gente busque formas de subsistencia y vida en los bordes de la montaña, en la riveras de los ríos y en los lugares marchitados por la violencia histórica.

Estar ubicados en un parque nacional, ha generado un marco de tensión continua, la gente interroga, creo que con razón, porqué, las bananeras y las concesiones turísticas nacionales pueden disfrutar de las oportunidades, y ellos que llegaron primero, antes que el gobierno central declarará este inmenso y biodiverso lugar, en una zona protegida, no se les reconocen sus derechos.

Ahora, tenemos la oportunidad, para que estudiemos y analicemos que paquete de iniciativas se pueden concertar con las comunidades asentadas; no podemos continuar con el centralismo asfixiante y depredador, que no escucha a los pueblos originarios, tampoco a los pobladores rurales y menos a las entidades territoriales, tanto departamental como distrital.

Ayer estaba el río Palomino en pleno esplendor, sus aguas cristalinas bajaban a marcha forzada, su corriente buscaba con fuerza su encuentro con el mar, para ahí mezclar sus aguas y producir una simbiosis natural y bella.

Domingo 3 de noviembre, de 2019, desde territorio marquetaliano, el límite del Distrito de Santa Marta.

AABulaR.

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