En las esquinas de Santa Marta, semáforos y en las calles del Centro Histórico, miles de venezolanos solo hablan de la dificultad que hay entre sus seres queridos en el vecino país, para poder alimentarse.
Los ciudadanos que en Santa Marta encontraron un lugar en el que pueden trabajar, conseguir un poco de dinero para enviar a Venezuela, aseguran que familiares que trabajan un mes en cualquier empleo en el país patriota, no alcanzan a subsanar gastos de comida “ni de un día”.
Aly De Farías, un ciudadano de nacionalidad venezolana que lleva poco más de un mes en Santa Marta y se dedica a limpiar vidrios en la Avenida del Ferrocarril, asegura que las monedas son pedazos de metal que se convierten en oro para comprar comida para muchos de sus familiares en Venezuela.
Algunos subsisten en Santa Marta con lo mínimo, lo que sirva para pagar una pieza. Otros por su parte trabajan como obreros, meseros y en grupos hasta de 8 personas pagan arriendos en casa o pensiones.
La situación de los ciudadanos venezolanos que a diario llegan a Santa Marta se complica más. La crisis económica y social que vive el vecino país de Venezuela la obligado a miles de ciudadanos de ese país a migrar a naciones vecinas como Colombia estableciéndose en ciudades cercanas a la frontera como Santa Marta. Aquí llegan e ingresan al ‘ejército’ de desempleados que se dedican al cualquier oficio que les aparece para poder subsistir.
NO HAY PLATA
Según Aly, hoy por primera vez, millones de venezolanos en su país reciben un dólar por concepto de pago quincenal de sueldos y pensiones. Este hecho es la confirmación de una crisis sin precedentes que ha rebajado el salario mínimo mensual a 2 dólares y que tiene a la mayoría de los ciudadanos en la miseria y sin indicios de mejorar a corto plazo.
“Con el dólar oficial que se acerca a los 20.000 bolívares, el salario mínimo de 40.000 bolívares que fija el Gobierno se traduce en 2 dólares mensuales, una cantidad que no alcanza para comprar un kilo de carne o un cartón de huevos”, dijo.
Según el diario Versión Final de Maracaibo, Venezuela, entre jubilados y empleados activos son casi 10 millones de personas las que esta semana recibieron en sus cuentas el equivalente a un dólar, según la cotización oficial del Banco Central (BCV) porque en el mercado paralelo, que rige toda la actividad económica, el bolívar está más devaluado todavía.
El diario manifiesta que siendo optimistas y con algo de suerte, cualquier venezolano que devenga este monto mensual puede comprarse una harina de maíz o un kilo de azúcar. Una vez se acaben estos productos, en dos o tres días, tendrá que esperar nuevamente hasta la siguiente quincena, cuando muy seguramente el salario será menor.
Mientras explica la situación Aly mira a su derecha y observa la venta de jugos de Borojó de uno de sus compatriotas: “Es como si yo trabajara todo un mes y que con lo que me ganara solo me alcanzara para comprar tres vasos de jugo, eso es inaudito”.
En los últimos 30 días, el bolívar se devaluó el 50 % frente al dólar, que hoy cuesta el doble que a finales de julio, todo dentro de la hiperinflación nacional en la que los precios de bienes y servicios suben diariamente, reseñó EFE.
NO HAY COMIDA
Mientras tanto, el oficialismo mantiene su distribución de bolsas de comida, que llegan cada dos meses, casi nunca incluyen proteínas y solo alcanzan para alimentar a una familia durante una semana.
Además, el Gobierno deposita bonificaciones casi mensualmente a unos 10 millones de venezolanos por distintos motivos, pero estas ayudas nunca superan los 50.000 bolívares, un monto que se gasta en un kilos de detergente.
A estos alicientes hay que sumar el hecho de que algunas empresas pagan bonificaciones en dólares a sus empleados para preservarlos y más de un millón de familias recibe remesas de parte de los cinco millones de venezolanos que emigraron en el último sexenio huyendo de la crisis.
Nada de esto parece resolver la caída del poder adquisitivo en el país con las mayores reservas probadas de petróleo, donde cerca del 80 % de la población hoy come menos que hace cinco años y varios cientos de miles de personas, las menos afortunadas, apenas ingieren alimentos una vez por día.