Bajo los vestigios de la Santa Marta colonial, emerge hoy un centro histórico renovado, que combina el encanto patrimonial con la dinámica del turismo, el comercio y la cultura. La transformación, evidenciada en sus fachadas, calles peatonales y uso del suelo, es testimonio vivo de cinco siglos de historia.
El Centro Histórico de Santa Marta, fundado en 1525 por Rodrigo de Bastidas, fue uno de los primeros núcleos urbanos del continente. Allí se establecieron los poderes político, religioso y económico de la época. La Catedral Basílica, cuya construcción comenzó en 1765, es una de las más antiguas del país y símbolo arquitectónico de la ciudad. En sus calles aún sobreviven edificaciones coloniales con balcones de madera, patios internos y techos de teja.
Durante siglos, el centro fue el epicentro de la vida social, religiosa y mercantil. A mediados del siglo XX, sin embargo, la zona entró en un periodo de decadencia: el comercio formal se desplazó a otras áreas, muchas casas coloniales fueron abandonadas y la inseguridad creció.
Rescate patrimonial y nuevo rostro urbano
La transformación comenzó en la primera década del 2000, cuando distintas administraciones distritales, con apoyo del Gobierno Nacional y de organismos internacionales como el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), impulsaron un proceso de recuperación urbanística y patrimonial.
Se intervinieron calles, se restauraron fachadas, se soterraron cables y se promovió la peatonalización de sectores como la calle 17 (calle de los restaurantes) y la calle 19. Además, se dio impulso a la cultura y al turismo, con la apertura de cafés, galerías, hostales boutique y plazas renovadas como la Plaza de los Novios.

Comercio, gastronomía y arte: nuevos protagonistas
La llegada de turistas nacionales e internacionales trajo consigo una reinvención del comercio local. Restaurantes con cocina típica e internacional, tiendas de artesanías, heladerías, bares, librerías independientes y boutiques artesanales transformaron el centro en una zona viva, atractiva y rentable.
A esto se suman iniciativas culturales como la Ruta Gabriel García Márquez, festivales literarios, ferias de emprendimiento, conciertos y exposiciones en espacios públicos como la Plaza Bolívar y el Parque de los Novios. El Centro Histórico pasó de ser un espacio funcional a uno de experiencia.
Archivo fotográfico: memoria del cambio
El contraste visual entre el ayer y el hoy es evidente. Fotografías antiguas de archivo —como las del Fondo Fotográfico del Banco de la República, la Biblioteca Nacional y colecciones particulares— muestran un centro polvoriento, con calles sin pavimentar, fachadas deterioradas y estructuras coloniales sin intervenir.
En la actualidad, las mismas esquinas lucen adoquinadas, coloridas, iluminadas y activas. Edificios como la Alcaldía, el Teatro Santa Marta, el Antiguo Hospital San Juan de Dios (ahora sede cultural) o el Hotel Colonial reflejan esa transformación urbana con base en la conservación.

Retos pendientes: equilibrio entre desarrollo y patrimonio
Aunque el avance es notorio, existen desafíos. La presión inmobiliaria y turística ha generado tensiones con la vocación patrimonial. Algunos expertos, como el arquitecto samario Carlos Campillo, han advertido sobre el riesgo de “gentrificación” y la pérdida del valor histórico si no se regulan las intervenciones.
Además, persisten problemas como la venta informal en el espacio público, el ruido nocturno y el abandono de ciertas edificaciones que requieren intervención urgente.
Un corazón que late con historia
Hoy, el Centro Histórico de Santa Marta es un punto de encuentro entre el pasado y el presente. Sus calles narran historias de conquista, evangelización, comercio, abandono y renacimiento. Su transformación ha sido posible gracias al impulso público y privado, pero también a los ciudadanos que lo caminan, lo habitan y lo protegen.

En los 500 años de la ciudad, este espacio sigue siendo el corazón que le da identidad, memoria y proyección al distrito más antiguo de Colombia.
