Con esta acción, la Autoridad Ambiental del Distrito busca implementar estrategias de economía circular y reducir la contaminación de los cuerpos de agua.
La alcaldía Distrital de Santa Marta, a través del Departamento Administrativo Distrital de Sostenibilidad Ambiental –Dadsa, firmó un acta con la Cooperación Tequendama S.A.S, Basura Cero E.S.P. y Recoils S.A.S., con el fin de implementar estrategias de economía circular en torno a la disposición de aceites de cocina usado.
El aceite de cocina usado solía ser vertido de manera directa a los sifones o puntos de recolección de basura, acciones que generaban un impacto negativo sobre el medioambiente y principalmente sobre los cuerpos de agua, razón por la cual el Dadsa decidió tomar acciones para iniciar un proceso de gestión diferencial que otorgue utilidad a este ‘residuo’.
“Se dice que un solo litro de aceite de cocina usado, tiene la capacidad de contaminar aproximadamente 40 mil litros de agua pura, que es básicamente, lo que consume una persona al año de forma doméstica, por lo que con estos puntos de recolección se mitigará ese impacto ambiental y se incluirá este residuo en la cadena de valor de economía circular que venimos trabajando desde el Dadsa y desde la alcaldía de Virna Johnson para nuestra ciudad”, expresó la directora del Dadsa, Patricia Caicedo, durante el acto de firma desarrollado en el Centro Comercial Arrecife.
Y es que el aceite de cocina usado, se puede reutilizar como abono orgánico o insumo en la fabricación de jabones, velas, pintura, barniz, combustible biodiesel, entre otros, razón por la cual el Dadsa buscó articular las gestiones realizadas por CI Tequendama, que es una empresa dedicada a la comercialización de productos derivados del aceite, sumar a la asociación de recicladores Basura Cero E.S.P y a Recoil S.A.S, empresa dedicada a la recolección, almacenamiento, transporte y aprovechamiento de aceites vegetales usados.
Conjuntamente, estas entidades crearán una ruta que posibilite el aprovechamiento del ACU y así mismo, evitar que la población continúe vertiéndolo en los desagües, puesto que esta acción genera obstrucción en las tuberías del alcantarillado y ralentiza el proceso de depuración del agua residual, lo que se convierte en un escenario propicio para la proliferación de roedores y otras plagas que ponen en riesgo la salud pública.