Los vetustos bienes mostrencos fósiles de la politiquería, desean borrar de la memoria colectiva los éxitos alcanzados en determinados periodos de tiempo y en los espacios creados por el conocimiento. Esa es la supuesta virtud de un personaje lleno de profundas frustraciones psíquicas, con un ego elevado a la máxima potencia, generado en su origen marginal y por su codicia desmedida de querer alcanzar el cielo, así sea destruyendo las estrellas.
La creación de conocimiento innovador, es una asignatura pendiente y precaria por demás en las instituciones de educación superior. Trágicamente absorbidas por un geto egocéntrico, que impide valorar la importancia estratégica que tiene para los territorios y el país este tipo desarrollo, que permite vigorizar la producción global de la nueva economía.
El mundo demanda cada día más investigación y creación disruptiva; los nuevos desafíos tenemos que enfrentarlos con múltiples modelos de generación de conocimiento, que garanticen establecer reglas de juego incluyentes, sostenibles y seguras para los actuales y próximos ciudadanos globales.
Siempre se crean barreras, para no dar saltos cualitativos, se señala a los gobiernos de no estar a la altura de las exigencias, a los agentes privados de estar enclaustrados en burbujas premodernas, a los investigadores de la base de la pirámide de no contar con las suficientes capacidades para asumir la agenda de la sociedad multicultural en que habitamos.
Hoy tenemos que contribuir de forma vigorosa a la resolución de los déficits, que hasta el momento no se han superado, que son los que originan las asimetrías económicas, sociales y culturales que padecemos; pero también es una obligación producir los nuevos bastiones, herramientas y paradigmas de la generación de riqueza.
Las instituciones que tienen el mayor nivel de capacidades, así sean limitadas, para romper el marco histórico implantado por el establecimiento, se encuentran en el escenario de la educación superior, por éso es fundamental su transformación. En el actual debate nacional y local, sobre el futuro de la educación no hemos logrado exponer el relato diferencial que se necesita para avanzar; peligrosamente hemos minimizado la reflexión a los temas de orden financiero y económico.
El país y las ciudades están urgidas de hacer un inventario de su capital humano, de sus virtudes, de sus potencialidades, de sus hazañas científicas y sociales, pero también es estratégico para construir una nación y unas regiones democráticas, que tengamos un estudio y un conocimiento cierto de las profundas carencias que tiene el principal eslabón de la riqueza de la sociedad: el capital humano.
La riqueza de las naciones ha variado sustancialmente en los últimos años en todo el mundo, pero algunos se empecinan en quedarse con los anteriores activos productivos, les fascina morirse en las aguas de la vieja economía, no les interesa la globalidad del mercado, quieren seguir usufructuando el pequeño mercado de las fronteras tradicionales.
Plantear un debate de profundidad es un compromiso ciudadano, necesitamos una población con una cultura científica, con un alto nivel de creatividad y con un basto poder de innovación.
Los actuales centros de investigación, el importante número de investigadores y científicos que están en las ciudades, en el país y en el exterior, son la llave de la gran transformación.
Sí el 64%, de la riqueza mundial, se produce por el conocimiento, la investigación, la innovación y el accionar disruptivo, es fundamental articularnos a ésa tendencia global y ser participes decisivos de ésa gran ola de cambios económicos y productivos.
Los sueños totales del gran Gustavo Cerati, se están logrando por la inmensa creatividad que genera la investigación múltiple de las sociedades.
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