En la vivienda en la que las autoridades realizaron el allanamiento se encontraron varios libros de brujería.
Han pasado más de 17 años desde el hallazgo del cuerpo sin vida de Héctor Henríquez, un adolescente de tan solo 15 años que fue entregado por su propio hermano a una secta satánica para que lo sacrificaran. Santa Marta aún no sale del asombro de esta macabra historia.
Según la información divulgada por varios medios de comunicación de aquella época, los 20 miembros de la secta torturaron al menor hasta matarlo y posteriormente se bebieron su sangre. El cuerpo presentaba tres heridas con arma blanca en el cuello, cinco en el pecho y una en el brazo izquierdo, según el estudio forense.
Su hermano Rafael, que para ese entonces tenía 19 años y fue capturado por este hecho, les manifestó a los investigadores del caso que su familia había sido víctima de un ‘ritual diabólico’ realizado en la playa Los Cocos.
Con base en su testimonio, que cambió tres veces durante el proceso investigativo, la Fiscalía capturó y logró que un juez condenara a 30 años de prisión al supuesto líder de la secta, el ginecólogo Marlon Martínez Hurtado, de 33 años y a César Rojano Rodríguez.
Por su parte, Nelson Gonzáles, presunto secuestrador del joven sacrificado, fue absuelto, mientras que su hermano Rafael, recibió 19 años de cárcel, de los que solo pagó 12 por su buen comportamiento.
¿Qué dice la familia?
Para María Isabel Henríquez y su esposo, el pastor Hernando Linero, tíos de Héctor y Rafael, en este caso no se aplicó la justicia de forma correcta. Esto, porque la Corte Suprema desvirtuó que el asesinato del menor de 15 años se hubiera tratado de un supuesto sacrificio.
“Había pruebas técnicas y evidencias que revelaban que se trató de una muerte producto del satanismo, pero a los jueces les resultó más conveniente descartar cualquier hipótesis en ese sentido y atribuirlo a una riña entre hermanos que nunca existió”, dijo Hernando Linero.
En cuanto a la relación de los dos hermanos, la señora María Henríquez detalló que no existían problemas entre ellos, señalando que sus diferencias eran como las de cualquier pareja de hermanos que vive bajo un mismo techo.
Sus tíos, relacionan la muerte de Héctor con la historia bíblica de Caín y Abel. “Rafael quería obtener un rango mayor en la secta y entregó a su hermano. Cuando quiso arrepentirse ya era tarde”.
Así fue el crimen
De acuerdo con el relato de Rafael Henríquez, que fue validado por la Fiscalía luego de recopilar evidencias y testimonios, para poder ingresar a la secta llamada ‘Hermandad Andretti Generación’, firmó un acuerdo en el que debía someterse a una prueba de desprendimiento, que consistía en sacrificar a un ser querido.
Rafael, contó que su hermano Héctor fue llevado a la zona de la desembocadura del río Manzanares y allí, lo ataron de pies y manos para luego apuñalarlo.
“Cuando vi que iban a matar a mi hermano intenté ayudarlo, pero me agarraron del cuello para evitar que lo socorriera. En ese momento uno de los miembros de la secta satánica empezó a apuñalarlo”, dijo Rafael a la Fiscalía en el momento de los hechos.
Después del sacrificio, Rafael asegura que el ginecólogo Marlon Martínez (líder de la secta), lo llevó en una camioneta hasta un parque donde lo amenazó para que no los delatara. No obstante, durante el proceso de esclarecimiento, La defensa de Martínez aseguró que su cliente estuvo esa noche en su clínica y que la camioneta a la que se referían ya había sido vendida.
La Fiscalía relacionó al profesional de la salud con este hecho, teniendo en cuenta que las heridas del cadáver denotaban sistematicidad y precisión con el propósito de desangrar a la víctima.
Pasado algún tiempo, el Tribunal Superior de Santa Marta absolvió al ginecólogo y a otro supuesto miembro de la secta de los señalamientos en su contra. Pese a que la Fiscalía demandó dicha decisión, la Corte Suprema ratificó la absolución, argumentando que el crimen fue cometido por el hermano, por una supuesta rivalidad familiar.
La sala plena se basó en un análisis psicológico realizado a Rafael, en el que se le hallaron “rasgos de una personalidad impulsiva, hábil, maliciosa y desconfiada”.
Para septiembre del 2005, la Fiscalía ordenó la captura de Alfonso Antonio Salas Correa, alias Foncho, quien vivía hace muchos años en el sector, por ser, supuestamente, el líder de la secta.
Tras estas acusaciones, Alfonso Salas estuvo 15 meses en la cárcel, pero su abogado consiguió desvirtuar los señalamientos que existían en su contra y recobró la libertad y recibió una millonaria indemnización por parte del Estado.
Salas, quien continúa viviendo en la misma casa que hace 18 años, recalcó no entender por qué lo involucraron en este caso, del cual “por fortuna pudo demostrar su inocencia”.
Otro que corroboró la participación de Rafael en la secta, fue Gustavo Adolfo Redondo Suárez, quien para ese entonces tenía 17 años y también estuvo privado de la libertad aproximadamente 3 años al aceptar ser la persona que sacó de su casa a Héctor y lo entregó a los supuestos líderes satánicos.
Gustavo, detalló que, a las 10 de la mañana, en la esquina del parque San Miguel, se comprometió con Rafael para llevar a Héctor hasta la línea, cerca del barrio San Martín, donde se encontraría con dos individuos.
“Al otro día, encontrándome con Rafael en la calle 21 con carrera 6ª, le dije: ‘qué fue lo que pasó’, y él me abrazó y me dijo en voz baja: ‘me mataron a mi hermano’…”, aparece en la declaración entregada a las autoridades.
Sin embargo, en el testimonio que rindió el 6 de septiembre de 2005, Redondo Suárez cambió algunos detalles y hasta calificó a Rafael Henríquez Cabana como un alto jerarca de la secta satánica.
Margarita Suarez, tía de Gustavo, con quien compartía la misma vivienda, señala que a la fecha todavía no tiene claridad y certeza de lo que pasó con Héctor.
“Las veces que hablé con él después de lo que sucedió, siempre me dijo que no había matado a nadie y que era inocente de lo que se le acusaba. De todas formas, fue judicializado por un juzgado de menores y yo personalmente por mi tranquilidad preferí no conocer detalles ni averiguar si eran cosas del diablo u otro motivo”, argumenta Suarez.
Por su parte, Rafael Henríquez Cabana, quien vive en Santa Marta y se dedica a oficios varios, no quiso volver a referirse a este hecho. Sin embargo, según informó su familia, está casado y tiene dos hijos pequeños.