La mayor parte de la Europa occidental y central vivió esta semana un fuerte episodio de extremo calor, que tocó picos de máximas temperaturas el martes y el jueves, y que se mantiene este fin de semana.
La mayoría del continente pasó días en alerta; mientras que en España veían cómo los termómetros llegaban a los 42 grados y se registraban dos muertos e incendios, en Francia se batía récord con 45,9 grados y se contaban cuatro fallecidos. En Alemania, el mercurio tocó los 39 y en Italia, los 40. Allí, dos personas perdieron la vida.
Desde el sur de España y Portugal hasta Polonia y los países bálticos, las temperaturas pusieron contra las cuerdas medio continente. En el Tirol austríaco se alcanzaron los 36,7 grados el martes, un récord histórico para Austria. Y la región de París tuvo que suspender la actividad educativa.
Según el Instituto de Climatología de Potsdam, los veranos más cálidos de Europa desde el año 1500 se concentran todos en este siglo, en este orden: 2018, 2010, 2003, 2016 y 2002. Ahora, el 2019 está haciendo méritos para pasar a ser líder de la lista.
Los especialistas aseguran que la diferencia no es siquiera la intensidad de estos episodios. Dicen que ya hubo veranos muy cálidos en el pasado, pero eran episodios extraños que llegaban cada una o dos décadas y se iban para volver diez o veinte años después. Pero desde hace años se suceden casi anualmente.
Martin Beniston, director del Instituto de Ciencias Medioambientales de la Universidad de Ginebra, explicó a El Tiempo que “el clima de esta semana en Europa está siendo considerado por los servicios nacionales del tiempo uno de los eventos más tempranos e intensos desde que se empezaron a medir las temperaturas en el siglo XIX”. “Es un acontecimiento totalmente excepcional y anormal, por supuesto”, agrega.
En la foto, jóvenes combaten el calor en el río Agra a su paso por Pamplona. Las temperaturas extremas continuarán en la mayor parte de España.
Los inviernos europeos dejaron de ser noticia hace años. Los fríos glaciares de hasta 10 y 12 grados bajo cero a mediados de la década pasada se fueron perdiendo en el recuerdo. Apenas cierran los aeropuertos en invierno.
La noticia son ahora los veranos porque en los últimos años se están produciendo episodios en los que la Europa del norte parece el Mediterráneo, sin la costumbre de los mediterráneos a estas temperaturas que las autoridades consideran potencialmente peligrosas para la salud, sobre todo para los grupos de riesgo como los ancianos y los niños pequeños.
En Alemania, el verano pasado se llegó al cierre de aeropuertos porque el calor estaba partiendo el asfalto de las pistas.
La crisis climática está poniendo patas arriba el continente. El verano pasado ardieron enormes bosques escandinavos, resecos por la falta de lluvia y las altas temperaturas.
Mientras en el centro del continente se morían de sed las vacas, en Irlanda, la isla verde, había que darles heno porque no había suficiente pasto, y los glaciares se derretían en los Alpes como cubos de hielo en café caliente.
El Kebnekaise ya no es la montaña más alta de Suecia porque el calor derritió por primera vez su cima, un pico helado. En localidades noruegas, finesas o suecas del círculo polar ártico, el verano pasado se alcanzaron en 2018 los 32 grados, y este año podría hacer incluso más calor.
La crisis climática no solo atempera los inviernos europeos y recalienta sus veranos, también está provocando episodios extremos como sequías de semanas seguidas de lluvias monzónicas y tormentas mucho más potentes.
Beniston explica que “el número, frecuencia e intensidad de las olas de calor, y del período durante el que ocurren, se ha incrementado significativamente desde el cambio de siglo, y particularmente desde la masiva ola de calor de 2003 de Europa occidental”.
La primera señal que encendió todas las alarmas fue ese verano de 2003. Semanas después, Europa descubría sorprendida que una intensa ola de calor se había llevado las vidas de al menos 70.000 personas. Aquel episodio, que se vivió hace 16 años como una incongruencia, un hecho aislado, se convirtió en la nueva normalidad.
Ola de calor en Europa
Según expertos las altas temperaturas se deben a la actividad humana.
Esos mismos expertos estiman que la subida de las temperaturas globales puede hacer que estas olas de calor alcancen a mediano plazo los 45 y hasta los 50 grados.
Según este experto, “como las temperaturas son ahora de media unos dos o tres grados más altas que en la primera mitad del siglo XX, las olas de calor ocurren hoy más fácilmente que en el pasado porque la temperatura base desde la que empieza esa ola de calor es más alta que hace 50 o 100 años”.
Esto, añade, “hace más fácil que emerjan períodos calientes. Es más que probable que el cambio climático esté teniendo una influencia significativa en la aparición de estas olas de calor, no solo en Europa sino también en otras partes del mundo como California o Australia”.
Los récords de temperaturas máximas se acumulan en los últimos años. El austríaco se estableció en 2013 en 40,5 grados. El checo es de 2012; el finlandés, de 2010; el alemán, de 2015; el ruso, de 2010 y el español (47,3 grados en Montoro, Andalucía), de 2017.
Ni el Vaticano se escapa. Su temperatura récord es del 2 de agosto de 2017. El papa Francisco tuvo que soportar ese día 40,7 grados.