El mal estado de las carreteras rurales afecta el transporte de alimentos, el acceso a servicios básicos y la economía de miles de familias campesinas, mientras los gobiernos locales y departamentales no implementan soluciones estructurales.
La mayoría de los municipios del Magdalena enfrenta año tras año el mismo drama caminos destruidos por la ola invernal, sin que las autoridades locales o de la nación den respuesta efectiva. Cada temporada de lluvias convierte los tramos rurales en lodazales intransitables, dejando a comunidades enteras aisladas y poniendo en riesgo la movilidad y el transporte de productos agrícolas.
En Chibolo, un campesino difundió en redes sociales imágenes del deterioro de la vía que comunica el casco urbano con el corregimiento de La Pola. Según explicó, el trayecto se vuelve intransitable con cada lluvia, impidiendo el paso de vehículos y afectando la economía de las familias que dependen de la agricultura.
Situación similar se vive en Pivijay, donde líderes comunitarios alertaron sobre el estado crítico de la carretera que conecta los corregimientos de Veranillo, Carreto, La Fortuna, Canoa y La Estrella.
En un video difundido por los habitantes, se reclama la intervención inmediata de las autoridades, denunciando años de abandono: “El pueblo magdalenense espera con ansias que, cuando estén en el poder, nos ayuden un poquito más”, expresó un ciudadano afectado.
El drama también se extiende a Zapayán, específicamente al corregimiento de Piedras de Moler, donde el pésimo estado de la vía ha dificultado el traslado de enfermos hacia Chibolo y Plato, así como el abastecimiento de tiendas y la movilización de productos agrícolas.
Los habitantes denunciaron que, a pesar de contar con maquinaria municipal, el alcalde no ha priorizado la reparación de este tramo, destinando los equipos a otra vía que consideran debería ejecutarse mediante un contrato independiente.
