Ya son 3 días de interrupción en la Troncal de Oriente y otras vías claves, y el efecto ya se siente en el corazón del comercio popular de Santa Marta. Frutas escasas, verduras costosas y ventas en descenso tienen en alerta a comerciantes del Mercado Público.
Mientras las comunidades de la Sierra Nevada y del corregimiento de Tasajera mantienen sus protestas por la falta de inversión estatal en sectores como salud, educación y servicios públicos, Santa Marta empieza a resentir las consecuencias. En especial, en los pasillos del Mercado Público, donde la llegada de alimentos frescos se ha convertido en una odisea.

Los bloqueos en la Troncal de Oriente, la Y de Ciénaga y otros puntos estratégicos mantienen prácticamente cerrada la entrada de camiones cargados con frutas, hortalizas y tubérculos desde el interior del país. Algunos vehículos han logrado pasar tras llegar a acuerdos con los manifestantes, pero los costos logísticos se han disparado y eso se refleja directamente en el precio final de los productos.
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“El tomate llegó caro, la yuca casi no hay y el guineo verde está por las nubes”, expresó Luis Méndez, uno de los vendedores del sector, quien aseguró que los incrementos están espantando a los clientes. Según él, la bolsa de guineo verde —que costaba entre $22.000 y $23.000— hoy está en $30.000.

A la escasez se suma la incertidumbre. Muchos comerciantes no saben si mañana podrán surtirse o si deberán cerrar. “Hoy llegaron algunas mulas, pero todo más caro. Si esto sigue, no vamos a poder sostener las ventas”, dijo otra comerciante que prefirió no identificarse.
“Hay mercancía, pero poquita y cara”, fue la frase más repetida en los puestos callejeros de la zona.
La administradora del Mercado Público, Lourdes Zabaleta, confirmó que por ahora no hay un desabastecimiento masivo, pero alertó que de persistir el bloqueo en los próximos días, el panorama podría agravarse. “Estamos haciendo seguimiento diario, pero si no hay paso fluido de productos, la escasez será inevitable”, afirmó.
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El llamado de los comerciantes es claro: que el Gobierno escuche a las comunidades y resuelva sus necesidades, pero sin dejar a la ciudad al borde del desabastecimiento. “Nos están dejando sin productos y al pueblo sin comida”, concluyó un vendedor resignado.
