Hoy se cumplen cinco años de la explosión del camión cisterna en Tasajera, Magdalena, una tragedia que cobró la vida de 45 personas y evidenció la dura realidad social de una comunidad olvidada.
El 6 de julio de 2020, el país entero quedó estremecido por la escena ocurrida en Tasajera, un pequeño corregimiento del municipio de Pueblo Viejo (Magdalena).
Ese día, un camión cisterna cargado de gasolina se volcó en la Vía Troncal del Caribe, y decenas de personas corrieron al lugar para recoger combustible del vehículo accidentado, sin imaginar que estaban a segundos del desastre.
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La tragedia se desató cuando, según informes preliminares, una chispa —posiblemente generada por la manipulación del vehículo o el arrastre de metales— provocó una explosión que dejó 45 muertos y más de 30 heridos graves, la mayoría con quemaduras en más del 80% del cuerpo.

Cinco años después, Tasajera sigue llorando a sus muertos. En muchas de las viviendas del corregimiento aún cuelgan las fotos de los jóvenes fallecidos, muchos de ellos menores de 25 años.
Familias enteras fueron destruidas por un acto desesperado que evidenció la profunda pobreza, el abandono estatal y la falta de educación en gestión del riesgo.
“Esa tragedia no solo fue el fuego, fue el olvido. Fue el hambre, fue la desesperación”, dijo uno de los líderes comunitarios.
¿Qué ha cambiado en cinco años?
Aunque se prometieron inversiones sociales, campañas educativas y mayor presencia institucional, líderes locales aseguran que las condiciones estructurales no han mejorado significativamente.

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Tasajera sigue enfrentando problemas de agua potable, empleo, salud y educación, y muchas de las promesas hechas tras la tragedia han quedado en el papel.
Por su parte, algunos sobrevivientes aún luchan con las secuelas físicas y emocionales del accidente. Las quemaduras y cicatrices visibles son apenas una parte del dolor que arrastran.
