A cinco siglos de su fundación, Santa Marta celebra su historia entre la majestuosidad de su pasado colonial, la resistencia de su gente y los retos que enfrenta su patrimonio. Aunque muchos de sus tesoros arquitectónicos están en riesgo, la ciudad sigue siendo símbolo de identidad, lucha y belleza natural.
La ciudad de Santa Marta, fundada en 1525, ha sido testigo de piratas, guerras civiles, terremotos, inundaciones y abandono estatal. Pese a esto, aún se mantienen en pie algunos vestigios coloniales que cuentan su historia silenciosa, resistiendo al paso del tiempo y la desidia.
“Santa Marta fue saqueada 17 veces y quemada 14 hasta 1731. También la destruyeron las crecidas del Manzanares, las mareas del mar, los sismos… Lo normal es que esta ciudad no existiera ya. Pero aquí está, viva”, afirma Wilfredo de Jesús Padilla Pinedo, historiador y docente de la Universidad del Magdalena.
Uno de los referentes más importantes y mejor conservados es el Teatro San Juan de Dios, cuya estructura actual data del siglo XIX, aunque su historia constructiva atraviesa los siglos XVII y XVIII. También sobresale la Casa donde hoy funciona el Museo del Oro, ubicada en la Plaza de Bolívar, un inmueble con una planta baja del siglo XVIII y ampliaciones posteriores.

Sin embargo, no todas han tenido la misma suerte. Muchas casas coloniales y republicanas están en estado de ruina o abandono, como la Casa Alzamora o la que se encuentra en la carrera 2 con calle 17, hoy convertida en parqueadero, reducida a paredes sin alma.
En el lugar donde se levanta hoy el Palacio Municipal, existía una casa colonial destruida durante las guerras civiles del siglo XIX, lo que evidencia cómo los conflictos históricos también cobraron factura al legado arquitectónico de la ciudad.
El centro histórico, corazón social y comercial de siglos pasados
Lo que hoy llamamos centro histórico fue durante siglos el núcleo político, económico y social de Santa Marta. En sus inicios, la vida giraba en torno a plazas como la de Bolívar, San Francisco y la actual Catedral, que fueron puntos clave en diferentes épocas.
Durante la colonia, los mercados se ubicaban cerca de la playa, donde hoy yacen las ruinas del puerto de San Vicente, entre las calles 10 y 11. Ya en el siglo XIX, surgieron nuevos espacios como la plaza de la carnicería, lo que hoy conocemos como el parque de los monos.
“La ciudad ha tenido varios centros históricos a lo largo del tiempo. Primero el núcleo fundacional, luego el convento de San Francisco, después el mercado en Los Cocos. Eso explica su carácter disperso y evolutivo”, explicó el historiador Padilla Pinedo.
Más adelante, la dinámica comercial migró al sector de San Francisco, y hacia el siglo XX se consolidó el mercado público en la zona de Los Cocos, actual ubicación. Cada etapa de la ciudad ha reformulado el uso del espacio, marcando transiciones en el modo de vida de los samarios.
¿Patrimonio en peligro? El abandono que amenaza lo que queda
Aunque Santa Marta posee la declaratoria de centro histórico, muchas edificaciones se encuentran en estado crítico. Según expertos, al menos 18 estructuras están en ruinas, y algunas están en riesgo inminente de colapso.

“Es una tristeza lo que está ocurriendo. No hay mantenimiento, ni vigilancia del cumplimiento de las normas que rigen los inmuebles patrimoniales”, denunció Padilla. “El centro está desapareciendo, lo están matando de a poquito, y pareciera que a nadie le importa”.
Se ha denunciado una preocupante estrategia de “despechar casas”: dejar sin techos las viviendas antiguas, permitiendo que el tiempo, la lluvia y el salitre las deterioren hasta justificar su demolición, incluso estando en zonas protegidas.
Otros sectores como la calle 19, que albergaban casas del siglo XIX, han sido reemplazados por lo que algunos llaman “alcohólicas romperas”: casetas modernas sin valor patrimonial, usadas para ventas ambulantes, tarimas o consumo de licor.
El llamado a las nuevas generaciones: conocer para valorar
El reto de preservar Santa Marta no es solo institucional, sino generacional. Como lo señala Padilla, “la nueva generación no conoce el centro histórico ni lo que representa. Eso es preocupante, porque si no se conoce, no se valora, y si no se valora, no se conserva”.
Durante el siglo XVI, Santa Marta enfrentó el abandono del Imperio Español, epidemias, conflictos con poblaciones nativas y ataques de piratas. Aun así, la ciudad sobrevivió, incluso en momentos en los que apenas unas pocas familias la habitaban.
“Nos han querido convencer de que Santa Marta es solo playa, sol y rumba. Pero esta ciudad tiene una historia profunda, una memoria, un carácter. Eso también debe formar parte del modelo turístico y del orgullo samario”, añadió el historiador.
Comprender este pasado no es una nostalgia inútil, sino un llamado urgente a valorar lo que queda, para evitar que el olvido borre lo que la historia dejó.
La Santa Marta que soñamos: modernidad con raíces
Quienes conocen la historia de la ciudad sueñan con una Santa Marta más funcional, con servicios públicos dignos, acueducto eficiente, alcantarillado moderno y una planificación urbana que respete su riqueza natural y patrimonial.

Santa Marta no debe venderse solo como paraíso natural. Su turismo cultural, su pasado arqueológico y su legado arquitectónico deben ocupar un lugar central. Modernizar la ciudad no puede significar destruir su esencia.
“Este es el momento. Son 500 años. No se trata solo de celebrar, sino de recuperar, educar, planear. Ojalá no dejemos pasar esta oportunidad histórica”, concluye Wilfredo de Jesús Padilla Pinedo.
“Con piratas, corsarios, terremotos, epidemias y ataques indígenas, esta ciudad ha sobrevivido. Y hoy, 500 años después, nos corresponde a nosotros preservar lo que hemos heredado”, concluye el testimonio del investigador.
