El condenado, se declaró culpable ante un juez por 63 cargos tras los abusos a animales, así como por acceder y transmitir material sexual.
En un caso que ha conmocionado a la comunidad internacional, el prestigioso zoólogo británico Adam Britton, conocido por su trabajo con cocodrilos, ha sido condenado a diez años y cinco meses de prisión por el Tribunal Supremo del Territorio Norte de Australia
Britton, de 53 años, fue encontrado culpable de una serie de crímenes abominables que incluyen la tortura, violación y asesinato de decenas de perros, así como la posesión de material de abuso sexual de menores.
El juez Michael Grant, quien presidió el caso, calificó los actos de Britton como “inenarrables” y “grotescos” durante la audiencia celebrada en la ciudad de Darwin. La sentencia de prisión, que es retroactiva a abril de 2022, cuando Britton fue arrestado, refleja la gravedad de los delitos cometidos. Según fuentes judiciales, Britton no podrá solicitar la libertad condicional hasta que haya cumplido al menos seis años de su condena.
Adam Britton, quien en su carrera profesional llegó a ser anfitrión del célebre biólogo británico David Attenborough, sorprendió al mundo con su doble vida. A pesar de su reputación como un experto en cocodrilos y un académico respetado, Britton llevaba en secreto una existencia sádica marcada por abusos extremos a animales. Según documentos judiciales, Britton se declaró culpable en septiembre pasado de 63 cargos relacionados con el abuso de animales, así como de acceder y distribuir material sexualmente explícito.
Los detalles revelados durante el juicio son escalofriantes. Britton utilizó su vivienda rural en Darwin como escenario de sus crímenes, donde desde al menos 2014, violó repetidamente a sus propias mascotas, Ursa y Bolt.
Entre noviembre de 2020 y abril de 2022, compró al menos 42 perros a través de un portal en internet, de los cuales mató intencionalmente a 39 tras torturarlos y violarlos, según los documentos del caso. Britton llegaba al extremo de enviar fotografías a los dueños anteriores de los perros, asegurándoles que sus mascotas estaban bien, antes de perpetrar sus crímenes.
La investigación reveló que Britton no actuaba solo; compartía su material grabado en un grupo encriptado de Telegram, utilizando un pseudónimo, con otros individuos que compartían inclinaciones hacia el maltrato animal y las actividades sexuales con animales. En su propiedad, la policía encontró una gran cantidad de evidencias incriminatorias, incluidas cámaras, ordenadores, discos duros, juguetes sexuales, y restos de animales en diferentes estados de descomposición.
La comunidad de Darwin, así como el mundo académico, han quedado atónitos ante las revelaciones sobre Britton, quien hasta ahora era visto como un profesional dedicado a la conservación de la vida silvestre. El caso ha generado un debate intenso sobre la capacidad de las personas para llevar una doble vida, y sobre las herramientas necesarias para detectar y prevenir este tipo de comportamientos aberrantes. Siga leyendo:
La condena de Britton no solo cierra un capítulo oscuro en su vida, sino que también pone de relieve la importancia de la vigilancia y la denuncia en la protección de los animales y la prevención de la explotación infantil. A medida que Britton cumple su condena, la sociedad australiana, y en particular la comunidad de Darwin, se enfrenta al desafío de sanar y reconstruir la confianza en aquellos que trabajan en el ámbito de la conservación.
El juez Grant, al dictar sentencia, subrayó la importancia de recordar a las víctimas, tanto humanas como animales, y de garantizar que tales actos nunca queden impunes. La condena de Britton es un recordatorio aleccionador de que la justicia prevalece, incluso en los casos más atroces.